Vulcano (lat.)
El volcán es una experiencia diaria que viven las personas cercanas a su potencia, a veces dormida, otras en ebullición. Esto último con mucha suerte, porque cuando se desatan los retenes que lo contienen, el fuego y la lava que éste produce son capaces de cercenar ciudades enteras –como fue el caso de Pompeya– o provocar temblores igualmente destructivos. Es por lo tanto la potencia pasiva de la tierra la que se despierta y nos da la idea de lo que es este dios.
Hefesto es el dios griego equivalente al romano Vulcano del que este último hereda los atributos. Efectivamente el dios (cojo) es el primero en utilizar la fragua con la cual manipular los metales para distintos usos, el primero la guerra. Aunque tanto espadas como escudos están fabricados de bronce como la Ilíada nos lo recuerda en varias ocasiones. Esta inocente connotación es fundamental ya que Hefesto no es sólo el primer herrero, sino que marca una época decisiva en la historia de la humanidad, o sea de los ciclos que se suceden en el universo. Y esto lo efectúa de dos maneras, la primera como ya dijimos, en tanto que domador de la energía potentísima del fuego y en segundo lugar la de la factura del bronce. Ambas apuntan hacia hechos cíclicos, cuya significación está dada por el endurecimiento de las piedras de las montañas mediante la fuerza radiante del elemento ígneo y que es un síntoma claro de la rigidez que irán adquiriendo los tiempos modernos, al punto de que al día de hoy, esta solidificación, equivalente a la inflexibilidad de los huesos en el ser humano, síntoma claro de la vejez y oscuro preámbulo a la muerte, nos da la certidumbre de que estamos en la era que pensábamos hace muy poco tiempo como futura.
En estas épocas como llevamos dicho encarnaba la solidificación el metal de bronce, que era extraído de la montaña lo que signaba un período cíclico –tanto en Grecia como en Roma (también Virgilio en su Eneida destaca igualmente al bronce como el metal con que trabajaba Vulcano)– dentro del proceso de anquilosamiento que se produce no sólo en el hombre, sino también en el universo y que es claro de advertir en el mundo actual, que ya trabaja además de dicho metal, también el hierro lo que se efectúa con mayor facilidad, siendo que estos metales están vinculados uno con la Edad de Bronce, el otro, con la de Hierro. De hierro son hoy las estructuras de los edificios de las grandes ciudades, ya que el acero no es sino una forma de lo ferroso y su uso diario es aplicado no sólo en edificaciones sino en las más potentes armas destructivas que han estado nunca en poder de la raza humana.
Diego Velázquez, La fragua de Vulcano, 1630
Museo del Prado, Madrid
Pero es Prometeo quien rescata el fuego para los hombres y les otorga de ese modo por un lado la posibilidad de la vida (luz, calor, hogar y cocina ¿para qué no servirá el fuego?), y por otro, también a través de la fundición de los metales y sus aleaciones como estamos viendo, la autodestrucción de la humanidad. → Hefesto; → Prometeo.