DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Tiempo (pasado, presente, futuro)

El tiempo, junto con el espacio son las coordenadas donde se determina la vida en el Universo.

En el espacio es donde se genera el tiempo y a su vez el propio tiempo es capaz de generar un espacio (mental), que llega a definirse.

Al tiempo se le suele dividir en pasado, presente y futuro pues el tiempo es medido, percibido, por su movimiento en el espacio.

Este recorrido es en realidad una forma de expresarse ya que el pasado ya pasó y el futuro aún no existe y esto que llamamos presente por ello tampoco es nunca, pues se esfuma en permanente fuga, entre lo que fue y lo que será.

Sin embargo estos tiempos verbales, aunque falsos, son la única manera de aprenderlo todo, de poder distinguirlo y aun analizarlo al tomar conciencia de ello y esto puede darnos la posibilidad de un trabajo largo y duro gracias al cual podemos dejar de estar condicionados por el tiempo. Y aquí debemos recordar que en lo eterno no hay tiempo posible y que por ello puede definirse en términos negativos como la ausencia de éste. Aunque así adquiere su verdadero sentido.

Razón por la cual Platón lo definió como una «imagen móvil» de la Eternidad, lo que ha traído a nosotros el verdadero sentido de este tiempo por medio del cual podemos llegar a unificarnos en lo eterno mediante la iniciación.

2. Si uno insiste en que su presente es el resultado de su pasado, es como una persona que condujera su coche mirando siempre por el espejo retrovisor. (Alan Watts, Nueve Meditaciones).

3. El tiempo está vivo y es un elemento esencial de la creación, lo cual puede advertirse sencillamente en su marcha cotidiana por la primavera, asociado a la juventud, el verano, la madurez de las cosechas, el otoño donde las hojas de los árboles comienzan a desprenderse señalando de modo inequívoco la edad del decaimiento que muestran éstas al caer, y finalmente el invierno, majestuoso personaje, con el cual se cierra por anquilosamiento y parálisis –solidificación y disolución–, con que termina el ciclo (tal el actual), que ha de morir para renacer, gracias al tiempo que se disfraza de las cuatro edades del hombre –también ligado a las cuatro edades de la humanidad– comparándolo con las estaciones, el cuaternario. Edades Cuatro.

Asimismo, el tiempo tiene alma y la imprime en los seres humanos demostrándonos una y otra vez el Ser del Tiempo.

Cuando su padre y progenitor vio que el universo se movía y vivía como imagen generada de los dioses eternos, se alegró y, feliz, tomó la decisión de hacerlo todavía más semejante al modelo. Entonces, como éste es un ser viviente eterno, intentó que este mundo lo fuera también en lo posible. Pero dado que la naturaleza del mundo ideal es eterna y esta cualidad no se le puede otorgar completamente a lo generado, procuró realizar una cierta imagen móvil de la eternidad y, al ordenar el cielo, hizo de la eternidad que permanece siempre en un punto una imagen eterna que marchaba según el número, eso que llamamos tiempo. Antes de que se originara el mundo, no existían los días, las noches, los meses ni los años. Por ello, planeó su generación al mismo tiempo que la composición de aquél. Éstas son todas partes del tiempo y el «era» y el «será» son formas devenidas del tiempo que de manera incorrecta aplicamos irreflexivamente al ser eterno. Pues decimos que era, es y será, pero según el razonamiento verdadero sólo le corresponde el «es», y el «era» y el «será» conviene que sean predicados de la generación que procede en el tiempo –pues ambos representan movimientos, pero lo que es siempre idéntico e inmutable no ha de envejecer ni volverse más joven en el tiempo, ni corresponde que haya sido generado, ni esté generado ahora, ni lo sea en el futuro, ni en absoluto nada de cuanto la generación adhiere a los que se mueven en lo sensible, sino que estas especies surgen cuando el tiempo imita la eternidad y gira según el número – y, además, también lo siguiente: lo que ha devenido es devenido, lo que deviene está deviniendo, lo que devendrá es lo que devendrá y el no ser es no ser; nada de esto está expresado con propiedad. Pero ahora, quizá, no es el momento oportuno para buscar exactitud. (Platón, Timeo, 37c-38b).