Teogonía
Primeramente, por cierto, fue Abismo; y después, Gea de amplio seno, cimiento siempre seguro de todo inmortal que habita la cumbre del Olimpo nevoso, y Tártaro oscuro al fondo de la tierra de anchos caminos, y Eros, que es entre los inmortales dioses bellísimo, que desata los miembros, y de todos los dioses y hombres domeña la mente y la voluntad prudente, en el pecho.
De Abismo, Erebo y la negra Noche nacieron; y de la Noche, luego, Éter y Hemera nacieron, que ella concibió y parió, habiéndose a Erebo unido en amor.
Gea procreó primeramente, igual a si misma, a Urano estrellado, porque todo alrededor la cercara, y fuera de los dioses beatos cimiento siempre seguro. Y las altas Montañas procreó, amenas guaridas de diosas, las Ninfas, que habitan en los montes de muchos senderos. Ella parió aun al piélago estéril, que furioso se hincha, a Ponto, sin amor deleitoso; y luego parió, con Urano habiendo yacido, a Océano profundo de vórtices, y a Ceo y a Crío y a Hiperión y a Japeto, y a Tea y a Rea y a Mnemosine y a Temis, y a Febe de áurea corona y a Tetis amable. Tras ellos nació el más joven, Cronos de mente tortuosa, el más terrible de los hijos, y odió al padre fecundo.
Otra vez, procreó a los Cíclopes de corazón soberbio: Brontes y Estéropes y Arges de ánimo recio, que a Zeus dieron el trueno y fabricaron el rayo. Ellos eran, en todo lo demás, semejantes a dioses, mas un único ojo en medio de su frente yacía; [y tenían el apodo de Cíclopes porque, en efecto, un ojo circular en su frente yacía;] y fuerza y poder y destreza había en sus obras.
Otros, todavía, de Gea y de Urano nacieron, tres hijos grandes y fuertes, innominables: Coto y Briareo y Giges, criaturas soberbias. De sus hombros salían impetuosos cien brazos, terribles, y a cada uno cincuenta cabezas habían de los hombros nacido sobre los miembros robustos, e inmenso era el recio poder, en la grande figura.
En efecto, todos los que de Gea y de Urano nacieron, los más terribles de los hijos eran, y odiosos al padre desde el principio; y cada vez que uno de ellos apenas nacía, lo escondía –y no lo dejaba salir a la luz– en el seno de Gea, y se alegraba por su obra malvada, Urano; mas adentro gemía Gea la inmensa sintiéndose llena, y meditó una treta mala y dolosa. En seguida, habiendo creado la especie del gríseo adamante, fabricó una gran hoz y enseñóla a sus hijos, y dijo, animándolos, en su corazón afligida: «Hijos míos y de un padre furioso, si obedecerme queréis, nos vengaríamos de la cruel injuria del padre vuestro; pues él primero maquinó obras indignas.»
Así habló. Y a todos los invadió el miedo, y de ellos ninguno dijo palabra; mas, animándose, el gran Cronos tortuoso, en seguida, a la augusta madre respondió con palabras: «Madre, yo podré –lo prometo– llevar a cabo esa empresa, porque no tengo cuidado del padre nefando nuestro; pues él primero maquinó obras indignas.»
Así habló y se alegró grandemente en su alma Gea, … Lo ocultó y lo metió en acecho, y puso en sus manos inmensa, la hoz de afilados dientes, y le expuso todo el engaño.
Llegó, conduciendo a la noche, el gran Urano, y en torno de Gea, deseoso de amor, se extendió y se alargó en todas partes; mas el hijo desde el acecho tendióse con la mano izquierda, y con la derecha asió la hoz enorme, larga, de afilados dientes, y los genitales del padre con vehemencia amputó, y los echó tras de sí a dispersarse, después. Mas ellos no en balde de la mano escaparon; porque cuantas gotas surtieron, sangrientas, todas las acogió Gea; y con el volver de los años procreó a las fuertes Erinias y a los enormes Gigantes, coruscos en armas, que largas lanzas tenían en sus manos, y a las Ninfas que Melias llaman sobre la tierra infinita.
Y los genitales, luego que, con el acero cortándolos, los echó de la tierra firme en el ponto agitado, fueron llevados así por el mar mucho tiempo; y, en torno, una blanca espuma del miembro inmortal manaba, y en ella se crió una muchacha; primero, a Citera divina acercóse, y luego, de allí, fue a Chipre del mar rodeada. Tomó tierra la bella diosa veneranda y, en torno, la hierba bajo los pies suaves brotaba; y a ella, Afrodita [diosa de la espuma nacida y Citerea de bella corona] la llaman dioses y hombres, porque en la espuma se crió; y también Citerea, porque llegó a Citera; y Chiprogena, porque nació en Chipre de mar agitado, o Filomeda, porque de los genitales vino a la luz. Eros la acompañó y la siguió Hímero bello, desde cuando nació y entró en la familia divina.
Y este honor desde el principio posee y tiene asignada esta parte entre los hombres y los inmortales dioses: confidencias virginales, y sonrisas, y engaños, y deleitación suave, y amor, y dulzura.
Maldiciendo a los hijos que él mismo engendró, el gran Urano, el padre solía con el apodo de Titanes llamarlos; decía que, tendiendo [las manos], con insolencia un grave acto habían cometido, de que, luego, habría seguido el tormento. (Hesíodo, Teogonía, 211-232, trad. Paola Vianello de Córdova).
La castración de Urano. Giorgio Vasari y Cristofano Gherardi, c. 1560. Palazzo Vecchio, Florencia
Y más:
Urano fue el primero que gobernó sobre todo el mundo. Casado con Gea engendró en primer lugar a los llamados Hecatonquiros: Briáreo, Gíes y Coto, los cuales eran invencibles en tamaño y fuerza y tenían cien manos y cincuenta cabezas. Tras éstos Gea dio a luz a los Cíclopes: Arges, Estéropes y Brontes, cada uno de ellos con un solo ojo en la frente. Pero Urano una vez atados los arrojó al Tártaro (lugar tenebroso que se halla en el Hades, a tanta distancia de la tierra, como la tierra del cielo). Y de nuevo engendró hijos de Gea, los llamados Titanes: Océano, Ceo, Hiperión, Crío, Jápeto y Crono, el más joven de todos; y las hijas llamadas Titánides: Tetis, Rea, Temis, Mnemósine, Febe, Dione y Tía.
Indignada Gea por la destrucción de sus hijos arrojados al Tártaro, convence a los Titanes para que ataquen a su padre; y le da una hoz a Crono. Éstos, al margen de Océano, lo atacan y Crono corta los genitales de su padre y los arrojó al mar. De las gotas de sangre que manaba nacieron las Erinias: Alecto, Tisífone y Megera. Luego de expulsar del poder a su padre, subieron a los hermanos que habían sido arrojados al Tártaro y le dieron el poder a Crono.
Pero Crono de nuevo atándolos los encerró en el Tártaro y casándose con su hermana Rea, a raíz de que Gea y Urano le habían profetizado que le sería arrebatado el poder por su propio hijo, devoraba sus retoños recién nacidos. A la primera que nació, Hestia, se la tragó, después a Deméter y a Hera, tras las cuales, a Plutón y Posidón. Irritada por esto, Rea se retiró a Creta, cuando coincidió que se hallaba encinta de Zeus y dio a luz en la cueva de Dicte. Se lo entrega a los Curetes y a las ninfas Adrastea e Ida, hijas de Meliseo, para que lo criasen. Por tanto ellas alimentaban al niño con la leche de Amaltea, mientras los Curetes armados custodiaban a la criatura en la cueva y entrechocaban los escudos con las lanzas, para que Crono no oyese la voz del niño. Y Rea, envuelta una piedra en pañales, se la daba a Crono para que se la tragara como si fuera el niño recién nacido.
Una vez que Zeus hubo crecido, tomó a Metis, la hija de Océano, como apoyo. Esta le dio a tragar a Crono un bebedizo que le obliga a vomitar primero la piedra y después a los hijos que había devorado. Con ellos Zeus inició una guerra contra Crono y los Titanes. Y habiendo estado en guerra durante diez años, Gea vaticinó a Zeus la victoria si lograba tener por aliados a los que habían sido arrojados al Tártaro. Aquel, dando muerte a Campe, que los vigilaba, desató sus ligaduras. Entonces los Cíclopes dieron a Zeus el trueno, el relámpago y el rayo; a Plutón el yelmo y a Posidón el tridente. Armados así vencen a los Titanes y encerrándolos en el Tártaro pusieron como guardias a los Hecatonquiros. Echan a suertes el poder y le toca a Zeus el dominio del cielo, a Posidón el del mar y a Plutón el del Hades. (Apolodoro, Biblioteca Mitológica, libro I).
2. Y a continuación, el siguiente magnífico ejemplo de estos relatos de la Cosmogonía expuestos en comunidades secretas que comenzaron a reconocerse a través del tiempo, o mejor, por medio de él, de las ruedas cíclicas que mueven los destinos humanos: la egipcia, la mesopotámica, la hebrea, las de las distintas ciudades jónicas, de frigia, minoicas, fenicias y un largo etc. en ambas márgenes del Mediterráneo y que todavía están vivas aquí y ahora, como hemos estado siempre los adeptos a la Tradición Platónica.
Cuando allá en lo alto / El Cielo todavía no tenía nombre, / Y aquí abajo a la Tierra firme / No se la llamaba de ninguna manera, / Sólo Apsû, el primero, / Su progenitor, / Y Madre (?) - Tiamat, / La generadora de todos / Mezclaban, juntos, / Sus aguas.
Todavía no se habían juntado los bancos de cañas, / Ni se veían los cañaverales. / Por entonces ninguno de los dioses / Había aparecido todavía, / Ni eran denominados por medio de nombres. / Ni (se habían) distribuido los destinos, / En (Apsû-Tiamat) los dioses / Fueron creados: / Aparecieron Lahmu y Lahamu / Y recibieron sus nombres.
Antes de que se hubiesen hecho / Grandes y fuertes. / Fueron creados Anšar y Kišar, / Que eran superiores a ellos.
Una vez que ellos hubieron prolongado sus días. / Multiplicado sus años, / Anu fue el primero en nacer. / Parecido a sus padres. / Como Anšar había hecho parecido a él / A Anu, su retoño, / Anu, del mismo modo, a su imagen y semejanza / Procrea a (Éa)-Nudimmud. / Ahora bien, Nudimmud, él, / El futuro organizador (?) de sus padres.
Era extremadamente juicioso, sabio. / Dotado de una fuerza inmensa. / Mucho más poderoso / Que el procreador de su padre, Anšar. / No tenía igual, / Comparado con los dioses, sus hermanos.
Habiendo formado, entonces, una banda, / Estos dioses hermanos / Trastornaron a Tiamat / Dedicándose a armar barullo (?): / Agitando / El interior de Tiamat, / Ellos molestaban, con sus jugueteos, / El interior del «habitáculo divino». Apsû no llegaba / A calmar su tumulto. / Tiamat, sin embargo, / Permanecía impasible ante ellos: / Sus maniobras / Le resultaban desagradables, / Su conducta, reprobable. / Pero ella los protegía.
Entonces, Apsû, / El protector de los Grandes Dioses, / Llama a su Mummu / Y le dice: / «¡Oh Mummu, paje mío, tú / Que me alegras el alma, / Ven, / Vamos a buscar a Tiamat!» / Ellos, entonces, marcharon / Y, sentados en presencia de Tiamat, / Discurrieron y discutieron / Acerca de los dioses, sus retoños. / Apsû, / Habiendo abierto su boca, / Alza la voz / Y dice a Tiamat: / «Su conducta / Me resulta desagradable: / ¡Durante el día no descanso, / De noche no duermo! / ¡Quiero reducirlos a la nada / Y acabar con su actividad, / Para que, así, se restablezca el silencio / Y nosotros podamos dormir!» / Tiamat, / Al escucharlo, / Enojada, / Grita a su esposo, / Y, encolerizada, / Protesta amargamente contra Apsû, / Porque éste había insinuado / En su mente un mal. «¿Por qué nosotros mismos / Vamos a destruir lo que hemos creado? / ¿Es su comportamiento tan desagradable? / ¡Seamos pacientes y benevolentes!» / Mummu tomó entonces la palabra / Para aconsejar a Apsû, / Rechazando, como paje que era de éste, / El consejo de su progenitora: / «Pon fin, por tanto, padre mío, / A esta turbulenta actividad, / Para que descanses de día / Y duermas de noche!» / Apsû se alegró, / Y los rasgos de su rostro brillaron / A causa de la maldad que había imaginado / En contra de los dioses, sus hijos: / Rodea con su brazo / La nuca de Mummu, / El cual se sienta sobre sus rodillas, / Mientras Apsû lo abraza.
Todo lo que ellos habían tramado / En su reunión, / Se les repite / A los dioses, sus retoños.
Al saberlo, / Estos dioses se agitaron, / Después guardaron silencio / Y permanecieron quietos.
Gracias a su superior inteligencia, / A su experiencia y sutileza, / Éa, que todo lo comprende, / Traza su plan.
Lo compagina con las intenciones de Apsû / Y traza un proyecto conjunto: / Tras haber apuntado contra él / Su más fuerte encantamiento augusto, / Lo recita / Y, gracias a un filtro, lo hace descansar: / El sueño lo invade / Y duerme beatíficamente.
Una vez que hubo dormido a Apsû, / Invadido por el sueño, / (Y) con Mummu, el Consejero, / Demasiado atontado para estar alerta (?), / Éa suelta la diadema de la frente de Apsû / lo despoja de su corona: / Confisca su brillo sobrenatural / él mismo se reviste con él; / Después, tras haberlo vencido, / Lo mata / Y encierra a Mummu, / Atrancando, ante él, la puerta.
Entonces estableció sobre Apsû / Su Habitáculo, / Y cogió a Mummu, / Al que agarraba por la correa de su nariz.
Una vez que Éa hubo inmovilizado / Y derrotado a estos malvados / Y obtenido / Su triunfo sobre sus adversarios, / Amuralla sus residencias / Y descansa en la mayor calma: / Da a este palacio el nombre de Apsû, / Y allí señala las Salas de ceremonias.
Allí mismo estableció / Su Cámara nupcial, / Donde Éa, con Damkina, su esposa, / Se asienta majestuosamente.
En este Santuario de los Destinos, / En esta Capilla de las Suertes, / Fue procreado el más inteligente, / El Sabio de los dioses, el Señor: / En medio del Apsû, / Marduk fue traído al mundo – / En medio del sagrado Apsû, / Marduk fue traído al mundo. (Enûma Eliš, 1-83, trad. J. Bottéro-S. N. Kramer; F. J. González G.). → Cosmogonía → Dioses-Diosas 2.
3. Teogonía Sumeria
El Código de Hammurabi fue descubierto en 1901 en Susa (Irán) después de una misión arqueológica francesa, y estudiado y traducido por V. Scheil. Si bien el Código de Hammurabi es análogo a ciertas prácticas y relaciones de la religión hebrea, que son estrictamente religiosas –se las puede encontrar a lo largo del Pentateuco, la Torá cristiana–, ésta es una colección donde se registra sobre preceptos y leyes jurídicas. Y esto, a pesar de nombrar constantemente a los dioses de su panteón y, de hecho, estar escrito por uno de ellos (Shamash). Por lo que presentaremos sólo el Prólogo y el Epílogo de esta summa de leyes y ordenanzas, maneras a las que debe sujetarse el pueblo, donde aparece representada la Teogonía y Cosmogonía Babilónica lo que también nos aclara a la de Sumer y presenta un perfil análogo entre estas Tradiciones, nacidas todas dentro de una misma familia, provenientes de una sola fuente: la de una Tradición de la que se derivan todas estas civilizaciones: la Sumeria, la Asirio-Babilónica, la Acadia y semitas en general, es decir la mesopotámica.
(Prólogo)
Cuando el sublime Anum, rey de los Anunnaku, (y) Enlil, señor de los cielos y de la tierra, el cual decide los destinos del País, determinaron para Marduk, el primogénito de Enki, la divina soberanía sobre la totalidad del género humano, (cuando) le hubieron magnificado entre los Igigu, (cuando) hubieron proclamado el sublime nombre de Babilonia (y) lo hubieron hecho preponderante en las cuatro regiones del mundo, (cuando) hubieron establecido para él (Marduk), en medio de ella, una eterna realeza, cuyos fundamentos están tan definitivamente asentados como los de los cielos y de la tierra, entonces Anum y Enlil me señalaron a mí, Hammurabi, príncipe piadoso, temeroso de mi dios, para proclamar el derecho en el País, para destruir al malvado y al perverso, para impedir que el fuerte oprimiera al débil, para que me elevara, semejante a Samas, sobre los cabezas negras e iluminara el País (y) para asegurar el bienestar de las gentes.
(Yo soy) Hammurabi, el pastor, el elegido de Enlil; (soy) el que amontona opulencia y prosperidad; el que provee abundantemente toda suerte de cosas para Nippur-Duranki; (soy) el piadoso proveedor del Ekur; el poderoso rey que ha restaurado en su lugar Eridu; que ha purificado el culto del Eabzu.
(Soy) el que tempestea en las cuatro regiones (del mundo); el que magnifica el nombre de Babilonia; el que contenta el corazón de Marduk, su señor; el que todos los días se halla (al servicio del) Esagil.
(Soy) descendiente de realeza, a quien ha creado Sin; el que ha motivado la prosperidad de Ur; el humilde suplicante que ha proporcionado la abundancia al Ekisnugal.
(Soy) el rey juicioso, obediente a Samas, (soy) el poderoso; el que ha consolidado los cimientos de Sippar; el que viste de verdor la capilla de Aya; el que ha regulado (los ritos d) el Ebabbar, que es como la mansión de los cielos.
(Soy) el héroe que otorga gracia a Larsa; el que ha renovado el Ebabbar para Samas, su aliado; el señor que ha hecho vivir a Uruk; el que ha suministrado a sus gentes las aguas de la opulencia; el que ha erigido a lo alto la cúspide del Eanna; el que ha acumulado ilimitadamente riquezas para Anum y para Istar.
(Soy) el protector del País, el que ha vuelto a reunir a las gentes dispersas de Isin; el que hace rebosar de riqueza Egalmah.
(Soy) dragón de reyes, hermano pequeño de Zababa; el que ha asentado sólidamente los cimientos de Kis; el que ha envuelto de esplendor el Emeteursag; el que ha concebido la ordenanza de los solemnes ritos de Istar; el que cuida del Hursagkalamma.
(Soy) red contra los enemigos, a quien Erra, su compañero, hace alcanzar lo que desea; (soy) el que ha hecho preeminente a Kutha; el que dispensa generosamente toda cosa para Meslam.
(Soy) el fiero toro que cornea a los enemigos; el favorito de Tutu; el que ha llevado la alegría a Borsippa; el piadoso que no descuida el Ezida.
(Soy) el dios de los reyes, el que conoce la sabiduría; el que extiende los cultivos de Dilbat; el que llena los silos para Uras, el esforzado.
(Soy) el señor, digno del cetro y de la corona, a quien ha perfeccionado la prudente Mama; el que ha fijado las reglas de Kes; el que proporciona espléndidamente sagrados banquetes para Nintu.
(Soy) el prudente, el perfecto, el que facilita pastos y abrevaderos para Lagas y Girsu; el que ofrece imponentes oblaciones para el Eninnu; (soy) el que captura a los enemigos; el favorito de Telitum el que ha consumado los oráculos de Zabalam; el que alegra el corazón de Istar.
(Soy) el intachable príncipe cuyas plegarias Adad conoce; (soy) el que sosiega el corazón de Adad, el (valiente) guerrero, en Bitkarkara; el que no cesa de disponer aderezos en el Eudgalgapl.
(Soy) el rey que da la vida a (la ciudad de) Adab; el que protege el templo Emah; el campeón de los reyes, el combatiente sin igual; el que ha concedido la vida a Maskansapir; el que da de beber con prodigalidad a (su templo) Meslam.
(Soy) el muy sabio gobernador, el que ha alcanzado la fuente de la sabiduría; el que ha salvado a las gentes de Malgum de la catástrofe; el que ha asentado sólidamente su población en la abundancia; (soy) el que, para Enki y Damgalnunna, que magnifican su realeza, ha decretado para siempre espléndidos sacrificios.
(Soy) el primero de los reyes; el que ha doblegado los establecimientos del Eufrates con el signo de Dagan, su creador; el que ha perdonado a las gentes de Mari y de Tutul.
(Soy) el príncipe piadoso, el que ha hecho brillar el rostro de Tispak; el que dispone sagradas ofrendas para Ninazu; el que ha salvado a sus gentes de la desgracia; el que les ha asegurado, apaciblemente, sus fundaciones en medio de Babilonia.
(Soy) el pastor de pueblos cuyas obras agradan a Istar; el que ha instaurado a Istar en el E’ulmas, en pleno corazón de Agadé, la de bellas plazas; el que ha proclamado la verdad; el que dirige correctamente al pueblo; el que ha devuelto su propicio Genio tutelar a Asur; el que cierra la boca a los murmuradores.
(Soy) el rey que en Nínive ha proclamado las ordenanzas de Istar en el Emesmes; el piadoso, el ferviente suplicante de los grandes dioses; el descendiente de Sumu-la El; el poderoso heredero de Sinmuballit, simiente eterna de realeza.
(Soy) el rey supremo, el Sol de Babilonia, el que proyecta la luz sobre el país de Sumer y Akkad; el rey que se hace obedecer en las cuatro regiones del mundo; soy el favorito de Istar.
Cuando Marduk me hubo encargado de administrar justicia a las gentes y de enseñar al País el buen camino, (entonces) difundí en el lenguaje del País la verdad y la justicia (y de este modo) fomenté el bienestar de las gentes. (Código de Hammurabi, Prólogo: 1-20).
Y luego de un catálogo plagado de maldiciones, a su enemigo o enemigos que osaren menoscabar su grandeza, termina la colección jurídica cuyo valor no sólo es de indiscutida importancia legal, sino que en este código, además, se perfila su teogonía, sobre todo, en su campo de acción específico y sus atributos:
(Epílogo)
… Yo soy Hammurabi, el rey de justicia, a quien Samas le ha dado la verdad. Mis palabras son de lo más escogido, mis obras no tienen igual. Únicamente es para el necio para quien son vanas; para el prudente están destinadas a la gloria.
Si este hombre ha tomado guarda de mis decretos que he escrito sobre mi estela, (si) no se ha apartado de mi legislación, (si) no ha revocado mis decretos, (si) no ha destruido mis escritos, ese hombre será como yo, un rey de justicia. Pueda Samas alargarle su reinado, pueda guiar a sus gentes en la equidad. (Pero) si este hombre no ha guardado mis decretos, que he escrito sobre mi estela, y (si) ha menospreciado mis maldiciones, y (si) ha derogado el derecho que yo he promulgado, (si) ha revocado mis decretos, (si) ha destruido mis escritos, (si) ha borrado mi nombre escrito para escribir su propio nombre (o si), a causa de las presentes maldiciones, es a otro a quien le ha encargado hacerlo, este hombre, ya sea rey, ya sea señor, ya sea gobernador o (cualquier otra) persona que sea llamada con un nombre, que el gran Anum, el padre de los dioses que ha proclamado mi gobierno, le arrebate el esplendor de la realeza, rompa su cetro y maldiga su destino.
Hammurabi y Shamash, dios del Sol y de la Justicia
Que Enlil, el Señor, el que fija los destinos, cuyas órdenes no pueden ser alteradas, que magnifica mi realeza, haga recaer sobre él, contra su trono, una revuelta indomable, una rebelión que le acarree la ruina. Que le asigne en suerte un gobierno de impotencia, días pocos numerosos, años de hambre, una oscuridad sin claridad y una ceguera mortal. Que de su augusta boca (Enlil) pronuncie la perdición de su ciudad, la dispersión de sus gentes, el cambio de su realeza, la desaparición de su nombre (y) de su recuerdo en el País.
Que Ninlil, la gran madre, cuyas órdenes son de peso en el Ekur, la soberana que favorece mis deseos, torne abominable su causa en el lugar de los juicios y de las sentencias, en presencia de Enlil; (más aún) que ella haga poner en la boca de Enlil, el rey, la ruina de su País, la perdición de sus gentes, el derrame de su vida como una inundación.
Que Enki, el gran príncipe, cuyas decisiones prevalecen, el más sabio de los dioses, el que todo lo sabe, el que prolonga los días de mi vida, le prive del entendimiento y de la razón y que le arranque (así) la memoria. Que ciegue sus ríos en las fuentes, que, en sus tierras, no le permita crecer el grano, alimento de las gentes.
Que Samas, el gran juez de los cielos y de la tierra, el que gobierna con rectitud a los seres vivientes, el señor que es mi socorro, destruya su realeza, que no le promulgue sus leyes, que perturbe su vida, que disuelva la disciplina de su ejército. Que le señale en sus auspicios un augurio detestable: la extirpación de los fundamentos de su reino y la ruina de su País. Que el funesto oráculo de Samas caiga sobre él prontamente, que, arriba lo arranque (del mundo) de los vivos, que, abajo, en (el interior de) la Tierra prive del agua a su espíritu.
Que Sin, el señor de los cielos, mi divino creador, cuyo azote ha sido proclamado entre los dioses, le arrebate la corona (y) el trono de la realeza; que le imponga la pesada pena de su azote supremo (y) que no le desaparezca (jamás) de su cuerpo. Que le haga vivir hasta el fin (de su vida) los días, meses (y) años de su gobierno (llenos) de impotencia y de llantos, que tenga (siempre) ante la vista un rival que codicie su realeza (y) que le fije como destino una vida (siempre) en lucha con(tra) la muerte.
Que Adad, el señor de la abundancia, el que distribuye las aguas de los cielos y de la tierra, mi auxiliar, le arrebate las lluvias en los cielos, el flujo de los manantiales, que haga perecer a su país bajo la carestía y el hambre, que truene airadamente contra su ciudad y que convierta a su país en la desolación de un diluvio.
Que Zababa, el gran guerrero, el hijo primogénito del Ekur, el que marcha a mi derecha, le quiebre sus armas en el campo de batalla, que le cambie el día en noche y que permita a su enemigo pisotearle.
Que Istar, señora de las batallas y de la guerra, la que desenvaina mis armas, mi favorable Genio tutelar, la que ama mi gobierno, de(sde) su corazón enfurecido con sus grandes estampidos de furia maldiga su realeza. Que le devuelva, que le devuelva su bien en mal, que destroce sus armas en donde batalle y pelee. Que (en su país) le promueva desorden y sedición, que abata a sus guerreros, que su sangre empape la tierra, que no cese de arrojar al campo los montones de cadáveres de sus tropas, que no tenga compasión de sus soldados. Que a él mismo lo ponga en manos de su enemigo y que, encadenado, lo conduzca al país de su enemigo.
Que Nergal, el poderoso entre los dioses, el luchador invencible, el que (me) ha ayudado a conseguir mi victoria, por medio de su gran emblema abrase a sus gentes como un furioso fuego de cañaveral, que le golpee con su arma poderosa y que le despedace sus miembros como (si se tratase de) una estatua de barro.
Que Nintu, la sublime princesa de los países, la madre que me ha creado, le arrebate a su hijo heredero, que no le deje tener (ni siquiera) un nombre (y) que no cree ninguna descendencia en medio de sus gentes.
Que Ninkarrak, la hija de Anum, mi defensora en el Ekur, desencadene en su cuerpo una grave enfermedad, un mal demoniaco, una llaga infecciosa que no se pueda curar, cuya naturaleza desconozca el médico, que no admita (ni el alivio de) los vendajes (y que) como la mordedura de la muerte no pueda ser curada. (Y) que hasta la extinción de su vida no cese de llorar la pérdida de su vigor.
Que los grandes dioses de los cielos y de la tierra, que los Anunnaku todos juntos, el Buen Genio del templo, el Ladrillo del Ebabbar le maldigan con una funesta maldición a él personalmente, a su descendencia, a su país, a sus hombres, tanto si son pueblo como si son soldados.
¡Por (medio de) estas maldiciones, que Enlil con su palabra inmutable le maldiga y que ellas se adueñen de él rápidamente! (Código Hammurabi. Epílogo: XVI, XVII y XXVIII).