Cosmogonía
Todas las naciones han construido su visión del cosmos. Lo curioso es que esta visión que han tenido las indefinidas tierras que componen este mundo, tanto las culturas primitivas como las grandes civilizaciones, en diferentes tiempos, es la misma y se expresa de modo análogo y subsiste hoy día en los pueblos arcaicos aún existentes, o que vivían y mantenían vivas sus culturas hasta fines del siglo XX.
En términos generales la tierra es un plano cuadrangular que se identifica con un animal: tortuga, elefante, cocodrilo o iguana, surgido de las aguas, y conforma una isla, generalmente con un árbol o un monte en su centro, representando el eje del mundo, capaz de unir tierra y cielo, es decir, esta creación con su principio. Los ejemplos son innumerables e iremos dando aquí, como en otras entradas de esta obra, muestras diversas de esta cosmogonía perenne.
Poblado Kogi, Sierra de Santa Marta, Colombia
foto: C. García Rodicio
2. Los Kogi son una tribu de dos mil indios de habla chibcha que habitan en la actualidad las faldas meridionales de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia, y guardan aún hoy completamente su visión cosmogónica, tradicional y metafísica, la que se expresa por medio de varios ritos, símbolos y prácticas culturales. G. Reichel-Dolmatoff (La Antropología Americanista en la Actualidad, 1980, tomo I) ha estudiado este pueblo y sus conceptos cosmogónicos, religiosos y sociales. Refiriéndose a ellos afirma:
Subyacente a muchas formas de pensar y de actuar de los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta, se observa un concepto de dualismo que se expresa sobre muy diversos planos. A nivel del individuo, como ente biológico, es el cuerpo humano que da el modelo, formado por la ideación de principios opuestos pero siempre complementarios. Son la aparente simetría bilateral del cuerpo y las diferencias sexuales lo que da la norma. Sobre otro nivel, el del grupo social, encontramos una división dualista entre "gente de arriba", "gente de abajo", no referente a la situación altitudinal de su hábitat respectivo sino agrupándose así ciertos clanes, que forman grupos opuestos pero complementarios. Las poblaciones mismas están divididas en dos partes y una línea divisoria invisible, pero reconocida por todos, separa la aldea en dos segmentos. Las casas ceremoniales también se imaginan como divididas en dos mitades, cada una con su propio poste central; una línea diametral entre las dos puertas opuestas, divide el plan circular de la construcción en un "lado derecho" y un "lado izquierdo". Ya en un nivel cósmico, esta misma división separa el universo en dos lados determinados por el sol, el cual dirigiéndose de Este a Oeste divide al mundo en un lado derecho y un lado izquierdo. Los dualismos de este tipo son innumerables: hombre-mujer, macho-hembra, mano derecha, mano izquierda, calor-frío, luz-oscuridad, etc., etc., se asocian con ciertas categorías de animales y de plantas, con colores, vientos, enfermedades y desde luego, con conceptos del Bien y del Mal. Entonces el simbolismo con este concepto de dualismo básico, se manifiesta continuamente, en todas las prácticas mágico-religiosas. Por cierto muchas de estas manifestaciones dualísticas tienen esencialmente el carácter de antagonistas simbólicas que, en el fondo, comparten una sola esencia; tal como existen divinidades tribales que en un solo ser reúnen aspectos benéficos y maléficos, cada hombre lleva en sí mismo esta polaridad vital del Bien y el Mal.
Los Kogi creen en la existencia de un principio del Bien (derecho) cuya permanencia y función benéfica está determinada por la existencia simultánea de un principio del Mal (izquierdo). Así, para asegurar la existencia del bien es necesario fomentar el mal ya que si éste desapareciese, por no encontrar una justificación de existencia, se eliminaría al mismo tiempo el bien. Es necesario pues que el individuo cometa pecados que atestigüen la influencia activa del mal. Es aquí donde yace, según los Kogi, el principal problema, la condición humana: en equilibrar estas dos fuerzas opuestas pero complementarias, y en establecer entre éstas una relación armónica. El concepto básico se denomina yulúka, lo que podría traducirse por "estar de acuerdo", "ser igual", "estar identificado". Este "estar de acuerdo", el saber equilibrar las energías productivas y destructivas en el camino de la vida que lleva del Oriente hacia el Occidente, es pues el principio fundamental de la conducta humana; así pues el Máma, al pesar en sus manos las hojas de coca u otros objetos ritualizados, primero trata de establecer este equilibrio hasta que, por fin, la mano derecha, es decir el principio del Bien, "pesa más".
Como verá el lector, este esquema comienza a parecerse a la cosmogonía de otros pueblos indígenas estudiados en este diccionario. Por lo que abusando de las citas del Dr. G. Reichel-Dolmatoff, dejemos que él nos siga desarrollando la metafísica de los Kogi:
Partiendo de un concepto dualístico, de opuestos complementarios, se amplían luego las dimensiones, a una estructura de cuatro puntos de referencia. Es éste un concepto estático, bidimensional, en el cual, en un plano horizontal se divide el mundo en cuatro segmentos. El modelo paradigmático son los cuatro puntos cardinales: Norte, Sur, Este y Oeste. Asociados con ellos encontramos nuevamente una larga serie de otros aspectos, personajes míticos, animales, plantas, colores y actitudes. En primer lugar, los progenitores de los cuatro clanes principales, junto con sus mujeres respectivas, ocupan los cuatro puntos cardinales y son sus "Dueños". En segundo lugar, se asocian con estas direcciones los animales que se relacionan con los clanes: en el Norte el marsupial y su mujer el armadillo; en el Sur el puma y su mujer el venado; en el Este el jaguar y su mujer el cerdo salvaje, y en el oeste el búho y su mujer la culebra. Ya que se trata de clanes patri y matrilineales en que la pertenencia se hereda de padre a hijo y de madre a hija, la relación de los opuestos complementarios se expresa en el hecho de que el animal "femenino" (armadillo, venado, cerdo, culebra) es precisamente la presa y comida preferencial del animal "masculino" (marsupial, puma, jaguar, búho). Son pares de antagonistas simbólicos. Siguen luego las asociaciones de colores: Norte-azul, Sur-rojo, Este-blanco y Oeste-negro. Por otro lado, el color rojo (Sur) se clasifica entre los colores claros y forma así, junto con el blanco (Este) un "lado bueno", en oposición al "lado malo" formado por el Norte y el Oeste que tienen colores obscuros. Las asociaciones con cada punto cardinal son múltiples pues cada clan es al mismo tiempo "Dueño" de ciertos otros animales, de plantas, minerales, fenómenos atmosféricos, objetos manufacturados, bailes, cantos y otros elementos más.
Los cuatro puntos de la estructura cósmica los encontramos luego en muchísimas versiones microcósmicas. El mundo está sostenido por cuatro hombres míticos; la Sierra Nevada se divide en cuatro sectores; las poblaciones construidas según el plan tradicional (como Serancua) tienen cuatro entradas y alrededor de ellas se encuentran cuatro lugares sagrados donde se depositan ofrendas. Las casas ceremoniales también tienen una estructura cósmica pues en éstas hay cuatro grandes fogones alrededor de los cuales se sientan los miembros de los cuatro clanes principales. Por cierto, en la casa ceremonial, la línea divisoria que separa el círculo en dos segmentos, agrupa a los indios nuevamente en pares antagónicos y los del "lado derecho" (rojo), "saben menos" mientras que los del "lado izquierdo" (azul) "saben más", pues estos últimos se encuentran más cerca de las fuerzas negativas que rigen el universo.
Pero un esquema de cuatro puntos lleva a un quinto, un punto central, un punto de en medio. El simbolismo del punto de en medio es de suma importancia para los Kogi. Es el centro del universo, es la Sierra Nevada, y es el punto central del círculo de la casa ceremonial donde están enterradas las principales ofrendas y donde se sienta Máma cuando quiere "hablar con dios". En las prácticas de adivinación el individuo coloca sobre el suelo cuatro objetos rituales o grupos de objetos: piedras, semillas, conchas, orientándolos según los puntos cardinales. Pero en el centro coloca un diminuto banquito tallado de piedra o de madera. Es su asiento, su puesto, desde el cual la esencia de su ser, una réplica diminuta e invisible de su persona, reciba las contestaciones a las preguntas que formula. La importancia cosmogónica de la orientación ritual, se repite luego en muchos otros detalles de la cultura.
Para terminar:
El próximo paso en el esquema es luego un sistema tridimensional, con siete puntos de referencia: Norte, Sur, Este, Oeste, Cenit, Nadir y Centro. El eje cósmico que forman los últimos tres, tiene también sus asociaciones determinadas en forma de "Dueños", de animales y colores. Aún se trata de un sistema estático, de puntos fijos que circunscriben el universo que, según los Kogi, tienen la forma de un inmenso huevo. Pero allí entra ahora, en función de un nuevo concepto, esta vez dinámico y formulado en términos de fases evolutivas, el concepto de las nueve etapas. La Madre Universal fue la creadora del macro y del microcosmos, pues creó el universo y al primer hombre. Ella tenía nueve hijas, cada una representando cierta clase de tierras de cultivo: tierra negra, tierra carmelita, tierra arenosa, tierra arcillosa, y otras más. Estas tierras forman una serie de pisos horizontales dentro del huevo cósmico, es decir simbolizan una escala de valores. Nosotros vivimos en la quinta tierra; la tierra negra, la tierra del medio, mientras que tanto encima como debajo de nosotros se escalonan cuatro tierras diferentes. Los grandes cerros Piramidales de la Sierra Nevada se imaginan como "mundos" y "cosas" con la misma estructura y, en efecto, las principales casas ceremoniales representan en su construcción réplicas microcósmicas, pues tienen cuatro estanterías circulares que se escalonan por el interior de su techo cósmico. En un sentido "negativo"-inverso, se imagina entonces que debajo de estas casas se continúa esta estructura, ahora subterránea de manera que la casa ceremonial es una réplica del universo y su centro es el "centro del mundo".
Pero las asociaciones se continúan. El universo, el huevo cósmico, se interpreta como un útero, el útero de la Madre Universal, dentro del cual vive aún la humanidad. Asimismo la tierra es un útero, la Sierra Nevada lo es, cada cerro, cada casa ceremonial, cada casa de vivienda y, finalmente, cada entierro. Las cavernas y grietas de la tierra se interpretan como orificios del cuerpo de la Madre. Los grandes ápices redondos, construidos en forma de un embudo formado por varas, que se levantan sobre las casas ceremoniales, son el órgano sexual de la Madre donde se depositan ofrendas que representan un concepto de fertilización. Estos ápices son "puertas" que se abren hacia el nivel cósmico de "arriba". De lo más alto del interior del techo cónico de la casa, baja un hilo que representa el cordón umbilical y es sentado en el centro de la casa donde el Máma establece el contacto con las fuerzas sobrenaturales.
Por cierto que esta visión sintética del autor que data de 1966 y posterior a sus estudios de 1950 sobre esta tribu, se basa en un ritual funerario observado personalmente por él en el pueblo de Serancua. Cada una de las fases de este ritual funerario está en completo acuerdo con otras ceremonias y símbolos ya conocidos y por lo expresado por los indígenas en varias pláticas con el antropólogo en otras ocasiones en años pasados. (Gerardo Reichel-Dolmatoff, "Los Kogi", tomos 1 y 2 de la Revista del Instituto Etnológico Nacional, Bogotá, 1950/1).
3. La cosmogonía nórdica –como todas las demás– es imprecisa, y hasta contradictoria. Odín, el más importante de los dioses, crea un árbol, el Igdrassil, antes que la tierra fuera creada. En la copa del Árbol de Vida está el Asgard, morada de los dioses, el Midgard se corresponde con el tronco y es el habitáculo de los hombres y el Niflheim era el submundo que se encontraba en sus raíces. Esta división está presente en toda su mitología y las andanzas y relatos acerca de sus dioses y otros personajes de sus sagas –que incluyen gigantes y enanos– se desarrollan en este contexto.
Los dioses principales son Odín, Loki, Balder y las diosas Frigg o Frigga, Freya o Freyja, Idun, etc. → Teogonía → Creación.
4. Finalizando, queremos citar una síntesis realizada por É. Vacherot acerca de la cosmogonía hermética:
Dios es concebido como un principio superior a la inteligencia, al alma, a todo aquello de lo que es causa. El bien no es uno de sus atributos, es su naturaleza misma; Dios es el bien, como el bien es Dios. Es el no–ser, en tanto que él es superior al ser. Dios produce todo lo que es y contiene todo lo que todavía no es. Absolutamente invisible en sí, es el principio de toda luz. La inteligencia no es Dios, es solamente de Dios y en Dios, así como la razón está en la inteligencia, el alma en la razón, la vida en el alma, el cuerpo en la vida. La inteligencia es distinta e inseparable de Dios como la luz de su hoguera; es al igual que el alma el acto de Dios, su esencia, si tiene una. Para Dios, producir y vivir son una sola y misma cosa. Finalmente, el carácter propio de la naturaleza divina, es que nada de lo que conviene a los otros seres puede serle atribuido; él es la substancia de todos sin ser cosa alguna. De este modo se reconoce al padre de todos los seres, Dios. Es el esplendor del bien el que ilumina la inteligencia, después al hombre entero, y lo convierte en una esencia verdaderamente divina. Dios es la vía universal, el todo del que los seres individuales no son sino partes; es el principio y el fin, el centro y la circunferencia, la base de todas las cosas, la fuente superabundante, el alma que vivifica, la virtud que produce, la inteligencia que ve, el espíritu que inspira. Dios es todo, todo está lleno de él; no hay nada en el universo que no sea Dios. Todos los nombres le convienen en tanto que Padre del universo, pero, por ser el padre de todas las cosas, ningún nombre es su nombre propio. El uno es el todo, el todo es el uno; unidad y totalidad son términos sinónimos en Dios. (Histoire critique de l’École d’Alexandrie, 1846).