Soledad
La soledad es un estado de ánimo que se padece de modo social. En efecto nada peor –en distintos sentidos– que la soledad, con una gama de diversos motivos que aun la hacen pésima, y por lo tanto más difícil de sobrellevar. Así es, todos estamos solos y desnudos debajo de la ropa: nacemos y morimos solos y desde siempre hemos estado tan solos como el día de hoy. Pero el rechazo a ello comienza con la individualidad que sufre intensamente no compartiendo nada con los otros seres humanos, ni siquiera su miseria y la esclavitud a que estamos sometidos por el hecho de tener que ser alguien y la condena social que representa el no poseer una familia, un hogar debidamente formado, aunque este sea un infierno. Por lo que es doble el rechazo de nuestros contemporáneos al sospechoso estigma de la sociedad que nos sanciona y el tener que enfrentar la vida sin ninguna protección y además con el terrible miedo de no poder encontrar a otros por nuestras torpezas, cortedades, o condiciones que la sociedad de un modo u otro excluye, sean estos impedimentos reales o imaginarios.
Primavera de flores de melocotón. Shichang Wang, c. 1531
En todo caso es conveniente señalar, de cuajo, que el hecho de tener que soportar la soledad no es como se supone malo en el orden en que está insertado un sujeto cualquiera, sino bueno, en cuanto uno descubre que más bien es un estado de ánimo positivo para nuestros trabajos, y lo que es más, una condición favorable ya que el mundo del silencio es mucho más rico que los simples ruidos y gestos profanos que nos rodean e invaden al punto de no saber lo magnífico de estar solo, condición indispensable para que surja el pensamiento en este teatro de pasiones y sombras que es el mundo de hoy, incapaz de llevarnos a ninguna parte, y aún menos a poder Ser.
La soledad es un lujo que muy pocos pueden darse, aferrados a su ropa, su cartera, a su careta, y a la imposibilidad de arribar así al Conocimiento. Es más bien un orgullo estar solo, debemos decirnos, ante la sorpresa ajena.
Vivimos sobrellevando un fantasma que hemos engendrado para, en última instancia, negar lo que verdaderamente es, o quienes somos, en esta comedia cómica llamada vida.
Como en el caso del silencio y el misterio, de la soledad puede afirmarse –como dice el refrán–, que «no hay mal que por bien no venga».
El ámbito del silencio es tan limpio y puro como un brillante y tan luminoso como él; de la soledad podemos decir lo mismo.
Pero la soledad pura y dura, o sea la soledad por la soledad misma, no lleva a ninguna parte y es tan infecunda como su contraria: la multiplicidad de lo masificado.
Por lo que no tenemos necesariamente que despedir a la familia y hacerles un gesto de adiós a aquellos que amamos y nos necesitan, pues bien nos pueden bastar nuestros estudios, trabajos y meditaciones y la soledad necesaria para llevarlos a cabo y asimismo la percepción de la auténtica soledad, la que llevamos a cuestas de toda la vida y que no nos atrevemos a nombrar por un miedo atroz a que se produzca en nuestra existencia, o nos la reproche vaya a saber qué entidad tan inútil como ilusoria.
Estando solos repetimos la imagen de la Unidad, que no tiene par y que no necesita de nada, salvo de ella misma. Y así actualizamos un gesto ritual primigenio. → Silencio → Misterio.