Paz
La paz es la ausencia de guerra; un estado no condicionado que se va obteniendo gracias a la realización del viaje iniciático.
Pero estamos hablando de la paz final, no de pequeñas treguas que pueblan nuestra mente y que se suelen manifestar por tal o cual idea de confort espiritual. Por eso la guerra es necesaria para sacudir al hombre, de tal suerte que se haga en sí la aprehensión de la Palabra divina.
La paz-anestesia debe rechazarse una y otra vez pues está confeccionada con la trampa que constantemente nos imponen los sentidos.
Pero ambas –la guerra y la paz–, son términos que se oponen de por sí, y sólo pueden encontrar en el justo medio el equilibrio de no ser ni esto ni aquello, ni estar con ese o el otro; es decir, una zona donde ya no existe la oposición y la perenne discordia. → Guerra.
En su Discurso sobre la Dignidad del Hombre Pico de la Mirándola nos dice:
Tan blandamente llamados, tan benignamente invitados, volando con pies alados, como otros Mercurios terrestres, a los abrazos de la madre bienhadada, gozaremos de la deseada paz, paz santísima con unión indisoluble, en amistad unánime, en que todas las almas no sólo concuerdan con una Mente que es sobre toda mente, sino que en un cierto modo inefable, se hacen por completo una cosa con ella. Esta es aquella amistad que dicen los pitagóricos ser el fin de toda filosofía. Esta aquella paz que se labra Dios en las alturas, la que los ángeles, descendiendo a la tierra anunciaron a los hombres de buena voluntad, para que, por ella los mismos hombres, ascendiendo hasta el Cielo, se hicieran ángeles.
Y según el Tao Te King (35):
Aquel que está centrado en el Tao
Puede ir donde quiera sin peligro.
Percibe la armonía universal
Incluso en medio de un gran dolor,
Pues ha hallado la paz en su propio corazón. (Trad. Stephen Mitchell).