DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Melancolía

Estado especial del alma en el que se recuerda algo inespecífico y se lo extraña como si alguna vez hubiera sido nuestro. Tristeza, aflicción por haberlo perdido y no recordarlo ya con claridad. Orfandad frente a la vida y a un mundo que nos es ajeno. Momentos inconscientes donde la percepción se agudiza y pueden ser el preámbulo a nuevos estados más plenos y dichosos en la aparición del recuerdo de los temas relativos al Sí Mismo. Se lo ha relacionado con la impronta del lejano Saturno y su pesada y mortífera carga. Crono(s)-Saturno.

Alberto Durero, Melencolia I, 1514
Alberto Durero, Melencolia I, 1514

2. Es famoso el cuadro de Durero, llamado de este modo; un punto de mucho interés en el grabado es un ángel geómetra concentrado y melancólico (con un extraño cuadrado mágico encima) que ha trazado el polígono irregular y la esfera, con unas llaves al cinto, cara de pensador despierto y alerta, tal como la campana lo registra, y con un reloj capaz de valorizar el tiempo, y finalmente el niño –el niño alquímico– subido sobre una piedra de molino y con una balanza perfectamente equilibrada sobre su cabeza, que ha nacido como puerta de la escalera para llegar al cielo, tal la que vio Jacob en su famoso sueño. Este niño es también un ángel (amor) en cuyas manos hay un libro no sabemos si señalando el estudio como fuente de conocimiento. Igualmente, por detrás puede advertirse una especie de arco iris o una semicircunferencia con un punto de irradiación que parecería no debe pasar desapercibido al juicio del espectador y otros varios elementos ligados a lo artesanal y alquímico, entre lo cual un martillo de carpintero colocado en la posición de sacar clavos, o sea que se desclava al crucificado que hay en cada quien (lleno de culpas). Y finalmente el tema de toda la impresión aunque ubicado en un recuadro de la misma, donde se halla un vampiro y se lee en sus alas la palabra «Melancolía», que debe entenderse como se comprendía en la época, una etapa de la iniciación.

Es probable que, en este grabado, un hombre tan misterioso como Durero fijara su propio estado de ánimo y lo que él vivía, o había vivido, hasta entonces; en todo caso, los elementos que están en esta pintura, los podrá encontrar el lector en varias entradas de este Diccionario (martillo, vampiro, ángel, balanza, compás, campana, etc.).

3. Como nos dice Pedro Azara en el estudio introductorio al libro Sobre el Furor divino y otros textos, de Marsilio Ficino:

Desde la antigüedad se sabía que el furor divino (báquico, de las Musas o platónico) era la modalidad noble y elevada de una vulgar enfermedad psíquica: la «manía», una especie de baile de san Vito que afectaba a los enfermos mentales y los epilépticos. Se manifestaba, al igual que el furor divino, por unos movimientos compulsivos y por la pérdida de sí, pero eran debidos no a causas ajenas sino a una mala constitución humoral que se corregía mediante determinados influjos y sortilegios. El cuerpo poseía un exceso innato o temporal de humor negro o melancólico, que favorecía la captación de los influjos negativos del planeta sombrío Saturno. Existían personas saturninas de por vida (los locos, los perezosos, los ladrones, los campesinos de cara ennegrecida por el sol, etc.) y otras tendencias a la melancolía que se acentuaba debido a temporales alteraciones del humor, causadas, por ejemplo, por un excesivo trabajo intelectual.

Los melancólicos eran personas extrañas, incomprensibles y a menudo incomprendidas.

Fue Aristóteles el primero que descubrió que «todos los hombres que fueron excepcionales en filosofía, poesía o las artes eran manifiestamente melancólicos (…) como Empédocles, Platón y Sócrates y una multitud de otros personajes ilustres: y casi todos los que viven en el mundo de la poesía». Aristóteles estudió «el cuadro clínico» de estos «enfermos» y encontró que su excitación, similar al «mal sagrado», la epilepsia, era debida a un recalentamiento del humor negro que afectaba el intelecto. Por eso «son presos de enfermedades de exaltación o de entusiasmo: y es por esto que las Sibilas, los adivinos y todos los inspirados por los dioses se manifiestan, cuando su excitación no es debida a la enfermedad sino a la mezcla natural de humores».