Guaraníes
Cultura de indios entre ellos los mbyá que habitan territorios de Paraguay, Brasil y Argentina. El guaraní es asimismo una lengua hablada no sólo en Paraguay, sino también en Argentina y Brasil por más de 150.000 naturales, algunos de ellos ya aculturizados, o en proceso de serlo, pero que han mantenido hasta hoy sus mitos, ritos y costumbres referidos a su cosmovisión, que estos textos tan bellamente expresan.
Esta versión de León Cadogan comentada por Alfredo López Austin (Poesía guaraní) da cuenta de sus mitos y teosofía (mbyá). → igualmente: Lenguaje humano.
La Creación
1. Las Primitivas Costumbres del Colibrí
El Creador, Ñande Ru, se crea a sí mismo en medio de las tinieblas originarias. Surge entre ellas con la vara-insignia de su poder y el reflejo de su corazón que todo lo ilumina. El Colibrí, extraño personaje del poema, parece ser la representación del Creador mismo que se autosustenta. En otros poemas aparece claramente el Colibrí como el propio Ñande Ru. La imagen de la creación retorna cíclicamente sobre la tierra con el curso de las estaciones.
I
Nuestro Primer Padre, el Absoluto, / surgió en medio de las tinieblas primigenias.
II
Las divinas plantas de los pies, / el pequeño asiento redondo, / en medio de las tinieblas primigenias lo creó, / en el curso de su evolución.
III
El reflejo de la divina sabiduría (órgano de la vista), / el divino oye-lo-todo (órgano del oído), / las divinas palmas de la mano con la vara insignia, / las divinas palmas de las manos con las ramas floridas (dedos y uñas), / las creó Ñamandui en el curso de la evolución, / en medio de las tinieblas primigenias.
IV
De la divina coronilla excelsa las flores del adorno de plumas eran gotas de rocío. / Por entre medio de las flores del divino adorno de plumas / el pájaro primigenio, el Colibrí, volaba revoloteando.
V
Mientras nuestro Primer Padre creaba en el curso de su evolución su cuerpo divino, / existía en medio de los vientos primigenios; antes de haber concebido su futura morada terrenal, / antes de haber concebido su futuro firmamento, / su futura tierra que originariamente surgieron, / el Colibrí le refrescaba la boca; / el que sustentaba a Ñamandui con productos del paraíso era el Colibrí.
VI
Nuestro Padre Ñamandu, el Primero, antes de haber creado su futuro paraíso, / en el curso de su evolución, / El no vio tinieblas: / aunque el Sol aún no existiera, / El existía iluminado por el reflejo de su propio corazón; / hacía que le sirviese de sol la sabiduría contenida dentro de su propia divinidad.
VII
El verdadero Padre Ñamandu, el Primero, / existía en medio de los vientos originarios, /en donde paraba a descansar la Lechuza producía tinieblas; / ya hacía que tuviese presciencia del lecho de las tinieblas (de la noche).
VIII
Antes de haber el verdadero Padre Ñamandu, el Primero, / creado en el curso de su evolución su futuro paraíso; / antes de haber creado la primera tierra, / El existía en medio de los vientos originarios. / El viento originario en que existió nuestro Padre se vuelve a alcanzar / cada vez que se alcanza el tiempo-espacio originario / cada vez que se llega al resurgimiento del tiempo-espacio primitivo. / En cuanto termina la época primitiva, durante el florecimiento del Lapacho, / los vientos se mudan al tiempo-espacio nuevo: / ya surgen los vientos nuevos, el espacio nuevo; / se produce la resurrección del tiempo-espacio.
2. La Primera Tierra
Ñande Ru crea la primera tierra, sustentándola con cuatro columnas, varas-insignias, que aseguran su estabilidad. A esta primera tierra original envía a los hombres y a la víbora, a la pequeña cigarra roja, el coleóptero girínido y-amaí, a la perdiz grande y al armadillo. Al destruirse la primera tierra, los hombres virtuosos se elevaron al cielo, donde conservaron su figura; los transgresores de la ley divina subieron también, pero transformados en seres irracionales. Los animales que ahora viven sobre la tierra no son sino imágenes de los prototipos celestiales, esto es, de los hombres transformados en animales y de los animales mencionados, que desde su origen tuvieron la forma actual.
El Creador, antes de retirarse nuevamente a las tinieblas, encomendó a los grandes dioses creados y no engendrados el cuidado de la tierra. A Karaí, dios del fuego, encargó el crepitar de llamas, los truenos que se escuchan en el oriente, principalmente en la Primavera, y que inspiran fervor a los hombres. Este dios y su consorte serán los que envíen las almas de hombres y mujeres que llevarán el nombre sagrado de "Señores dueños de las llamas". A Jakaira confirió el mando de la neblina vivificante, para que hombres y mujeres enviados por él y su consorte sean los "Dueños de la neblina", que otorga sabiduría y poder para conjurar maleficios. A Tupá, dios de las aguas, y a su esposa encargó la lluvia y el granizo que darán templanza y moderación a sus hijos.
Después de esto inspiró a los verdaderos padres de las palabras-almas el himno sagrado para que lo enviaran a la tierra. A ellos, para que formaran a los hombres; a ellas, para que dieran vida a las mujeres.
Primera parte
I
El verdadero Padre Ñamandu, el Primero, / habiendo concebido su futura morada terrenal, / de la sabiduría contenida en su propia divinidad, / y en virtud de su sabiduría creadora, / hizo que en la extremidad de su vara fuera engendrándose la tierra. / Creó una palmera eterna en el futuro centro de la tierra; / creó otra en la morada de Karaí (Oriente); / creó una palmera eterna en la morada de Tupá (Poniente); / en el origen de los vientos buenos (N. y N. E.) creó una palmera eterna; / en los orígenes del tiempo espacio primigenio (S.) creó una palmera eterna; / cinco palmeras eternas creó; / a las palmeras eternas está asegurada la morada terrenal.
II
Existen siete paraísos; / el firmamento descansa sobre cuatro columnas; / sus columnas son varas insignias. / Al firmamento que se extiende con vientos / lo empujó nuestro Padre, enviándolo a su lugar. / Habiéndole colocado primeramente tres columnas al paraíso, / éste se movía aún; / por este motivo le colocó cuatro columnas de varas-insignias; / sólo después de esto estuvo en su debido lugar, / y ya no se movía más.
Y así sigue desarrollándose esta cosmogonía de la que hemos querido dar una muestra.