DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Tonacacícuatl y Tonacatecuhtli (México)

Tonacatecuhtli. Deidad náhuatl. Significa «señor de nuestra carne o nuestro sustento». Contraparte o polaridad de Tonacacíhuatl «señora de nuestra carne o nuestro sustento». Rostro del Principio Supremo, Ometéotl; más específicamente ligado al cuidado que éste tiene por sus criaturas. La raíz tona, está relacionada con la fertilidad, el nacimiento, el destino y también con la abundancia del verano y el calor del sol. El hecho de que esta deidad sea señor (y señora) de la carne, del nacimiento y del destino, a la vez que de la subsistencia, hace pensar que el náhuatl consideraba al destino como alimento.

Tonacatecuhtli. Códice Borgia.
Tonacatecuhtli. Códice Borgia

Su morada es Tamoanchan, lugar de origen de los hombres, que puede traducirse como «buscamos nuestra morada». Situada al oeste, de donde se decía que venían los niños, e iban también aquellos que morían en la cuna.

Miguel León Portilla en su libro La Filosofía Náhuatl dice:

En relación con los hombres Ometeótl es «nuestra madre, nuestro padre», Tonacatecuhtli, Tonacacihuatl, Señor y Señora de nuestra carne y nuestro sustento, el dador de la vida, que envía a los hombres al mundo, y les mete su destino en el seno materno.

Y cita este texto de los informantes de Sahagún:

Se decía que desde el doceavo cielo / a nosotros los hombres nos viene el destino. / Cuando se escurre el niñito / de allá viene su suerte y destino, / en el vientre se mete, / lo manda el Señor de la dualidad.

Walter Krickeberg en Las Antiguas Culturas Mexicanas dice:

Los aztecas llamaban al dios supremo Tonacatecuhtli, el «Señor de nuestra carne», porque había creado el maíz y todos los demás alimentos que sirven para sostener el cuerpo humano; le dieron una esposa (Tonacacíhuatl), la Señora de nuestra carne, y situaban a la pareja en el cielo supremo desde el cual dejaban gotear las almas de los niños, que entraban en el cuerpo de la madre. La suprema pareja, por ser causante de la procreación y del parto, era también llamada Ometecutli y Omecíhuatl, Señor y Señora de la dualidad. Originalmente no estaban relacionados con determinadas cosas y fenómenos naturales, y no eran objeto de culto propiamente dicho, a pesar de que se les tenía por los creadores de todas las cosas, del cosmos, de los dioses y de los seres humanos.

Los días con cifra 13 –dice Soustelle– eran dedicados a Tonacatecuhtli. Según Orozco y Berra este dios y su mujer habitaban el treceavo cielo. Alfredo Chavero pensaba que de Tonacatecuhtli se derivaba Tonatiuh;

Tenemos ya al sol creador (o primigenio) con el nombre de Ometecuhtli, como vivificador con el de Tonacatecuhtli y como astro con el de Tonatiuh.

Tonacatecuhtli, vestido como Tonatiuh. Códice Laud.
Tonacatecuhtli, vestido como Tonatiuh,
el dios del sol, montando el monstruo
de la tierra. Códice Laud

Tonacacíhuatl, «señora de nuestra carne o nuestro sustento», contraparte femenina de Tonacatecuhtli, presidía el nacimiento y el parto. Además en la concepción, «mete» el destino en el vientre de la madre.

También se le llama la «vieja madre» y, como las otras diosas análogas, viene de Tamoanchan, situado en el oeste, lugar de la vejez o del «crepúsculo».

A veces se la identifica con Xochiquetzal. Según dice J. Soustelle, los días con cifra 11 le eran dedicados lo mismo que a Citlalinicue, con la que estaba identificada.

Orozco y Berra, en Historia Antigua y de la Conquista de México capítulo II, refiriéndose a la pareja Tonacacíhuatl-Tonacatecuhtli afirma:

El par divino tuvo cuatro hijos. Tlatlauhquitezcatlipuca, que nació todo colorado, divinidad principal de los de Tlaxcala y de Huexotzinco bajo el nombre de Camaxtle; Yayauquitezcatlipuca, quien nació negro, era el principal de sus hermanos y estaba en todo lugar; sabía todos los pensamientos, conocía los corazones, se le llamaba Moyocoya, «que quiere decir que es poderoso o que hace todas las cosas sin que otro le vaya a la mano, y según este nombre no le sabían pintar sino como aire». El tercero fue Quetzalcoatl o Yahualiecatl; y el cuarto hijo se llamó Omiteotl e Inaquizoatl; los mexicanos le adoraban bajo el nombre de Huitzilopochtli por ser izquierdo; nació sin carnes o con sólo los huesos en forma de esqueleto.