Ser Universal
Dios es el mismo para todas las Tradiciones, lo que varía es su forma de revelarse y los medios que utiliza para ello; eso es lo que da lugar a la multiplicidad de sus manifestaciones formales de acuerdo a sus propias características emanadoras, según las cuales organizan la vida los hombres y los pueblos; por eso también son en apariencia disímiles las vías establecidas para llegar hasta Él, así como las imágenes y estructuras mentales con que la Suprema Identidad es vivenciada, conocida, y a través de las cuales igualmente no sólo ella se da a conocer sino que también se reconoce a sí misma por sí misma en el corazón, no ya del individuo, sino del Ser.
Estas vías siempre han sido reveladas y están en perfecto acuerdo con la cosmogonía y la teogonía de las culturas que las utilizan y en general diseñadas en correspondencia con prototipos universales, aunque sus equivalencias inmediatas las vinculan directamente con un mito local, o tal o cual elemento de la fauna o flora de esa geografía, o con cualquier otra expresión parcial de lo numinoso, ya que al caracterizar a la deidad con sus atributos de totalidad y omnipotencia, va de suyo que ésta puede adoptar cualquier forma y manifestarse de acuerdo a las características con que es percibida reflejándose de ese modo a sí misma, o sea: siendo.
En ese caso está de más decir que esa realidad así revelada constituye también el meollo de cualquier individualidad, su esencia invisible, que se expresa siempre mediante un orden –cualquiera que este fuere–, una estructura, un arquetipo, que se reviste de formas, colores, sabores, consistencias y olores, los cuales pueden ser percibidos por los sentidos (y por lo tanto están en perfecta armonía y correspondencia con el ser humano) y constituyen la manifestación externa de la deidad, su discurso inteligente, que se plasma en la vida y la naturaleza.
En la edad primera de los dioses el Ser nació del No Ser / inmediatamente después nacieron los orígenes. (Rig-Vêda X, 72, 3).