Sabios
El sabio no es un especialista ni un «sabelotodo» aunque es capaz de tener una concepción del mundo bien armonizada, sólida y suficiente. Tampoco lleva más de lo que tiene. Un hombre de Conocimiento vive un constante volver a empezar y siendo así nada es rígido en su pensamiento y desde luego no posee cortapisas que lo obligan a elucubrar cosas y asuntos relativos como si fueran absolutos.
Por lo que le cuesta identificarse con numerosos accidentes de la vida, a los que no toma como tan importantes –pues son otra forma de la ilusión y el hombre así se equivoca ya que está poniendo su tesoro donde no está su corazón–, sino que advierte su tránsito en medio de cuestiones fugaces que cada vez le dicen menos.
Se debe reconocer una sabiduría biológica, más producida por los años en sí, y por ciertos procesos químicos y no tanto por las experiencias.
La Sabiduría, Hokhmah, es la raíz del cosmos entero para la Cábala y se la vincula también con la segunda letra de su alfabeto, Beth, la Beta griega, inicial de la palabra con la que comienza el Génesis.
El verdadero sabio está muy bien disfrazado de sí mismo.
2. Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del bien, agudo, / incoercible, bienhechor, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles. / Porque a todo movimiento supera en movilidad la Sabiduría, todo lo atraviesa y penetra en virtud de su pureza. / Es un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla. / Es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad. / Aun siendo sola, lo puede todo; sin salir de sí misma, renueva el universo; en todas las edades, entrando en las almas santas, forma en ellas amigos de Dios y profetas, / porque Dios no ama sino a quien vive con la Sabiduría. (Biblia de Jerusalén, Libro de la Sabiduría, VII, 22-28).