Nombre
Nos dice Jorge Luis Borges:
Si (como el griego afirma en el Cratilo) el nombre es arquetipo de la cosa. En las letras de rosa está la rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Nombrar por lo tanto es crear la cosa, manifestarla pues tanto la rosa como el Nilo son cuando se los nombra. Y el poeta prosigue:
Y, hecho de consonantes y vocales, habrá un terrible Nombre, que la esencia cifre de Dios y que la Omnipotencia guarde en letras y sílabas cabales.
Lo cual confirma lo que comentábamos anteriormente ya que el nombre por excelencia es el nombre Todopoderoso de Dios que existe porque es nombrado por el propio hombre.
Dios es el Creador que conforma a las cosas por el Verbo, pero la criatura también es hacedora en cuanto puede nombrar el sagrado nombre de Dios.
En ese momento, la frase «Yo soy Tú» adquiere su pleno significado y establece el verdadero vínculo entre el sujeto y el objeto conocido. Se trata de la identidad entre el Ser Universal y el ser individual que conforman un solo y único ser. Por encima de todo ello hay algo que es previo a lo que ha llegado a ser, lo que no está sujeto a ninguna determinación ni siquiera la de la Unidad.
Sócrates: – Puede entonces, Hermógenes, que no sea banal, como tú crees, la imposición de nombres, ni obra de hombres vulgares o de cualesquiera hombres. Con que Crátilo tiene razón cuando afirma que las cosas tienen el nombre por naturaleza y que el artesano de los nombres no es cualquiera, sino sólo aquel que se fija en el nombre que cada cosa tiene por naturaleza y es capaz de aplicar su forma tanto a las letras como a las sílabas. (Platón, Crátilo, 390 e).