No-Ser
Se llama así a lo no-finito, es decir, lo infinito, concepto que se puede entender equivocadamente por lo indefinido o tomarse por una simple negación del Ser. El No-Ser es la Posibilidad Universal; el Ser, la Unidad, es la afirmación de esa posibilidad, la primera determinación, que lleva en sí todas las posibilidades de desarrollo que se sintetizan en ella.
La no acción se opone a la acción ya que indica justamente lo que no es acción, pero el No Ser no puede oponerse a nada porque no tiene existencia y el Ser es su primera vibración.
Ser o No Ser no pueden oponerse jamás. El No Ser engendra al Ser y no lo hacen mutuamente. Al No Ser, Guenón lo llama el cero metafísico. Siguiéndolo, para nosotros el Ser es hijo del No Ser ya que este no es de ninguna manera ni puede tomarse como una negación del Ser o de cualquier otra cosa dado que se trata del infinito donde no existe ningún contrario. Y del que emana la creación, o sea, una limitación que no se opone con lo ilimitado.
2. De Hermes. Del Discurso a Tat
Difícil es conocer a Dios e imposible de expresar para quien pueda conocerlo, porque es imposible que lo corpóreo capte lo incorpóreo, y que lo imperfecto comprenda lo perfecto. Difícil es que lo efímero tenga relación alguna con lo eterno, porque éste es siempre mientras que aquél transcurre, uno es en verdad, el otro es una fútil silueta de la fantasía, y hay tanta diferencia del más débil al más fuerte, del menor a mayor, como de lo mortal y lo divino.
Ese alejamiento entre ambos empaña la visión del bien, pues si los cuerpos son visibles con los ojos y lo percibido puede expresarse con la lengua, por el contrario, lo incorpóreo, invisible, sin figura y no constituido de materia, no puede ser aprehendido por nuestros sentidos.
¡Veo, Tat, veo en mi pensamiento!, el que es imposible de explicar, ése es Dios. (Extractos de Estobeo, I).
3. Mas no todo género de dioses es nombrable; pues que es inefable el dios que está más allá del universo, el Parménides nos lo hace recordar: «de él [sc. del Uno] no hay ni nombre ni discurso alguno» (Parm. 142a2). Y los primerísimos géneros de los dioses inteligibles y unidos con el Uno mismo y llamados ocultos, tienen mucho de incognoscible e inefable; pues ni siquiera lo totalmente claro y decible se relaciona con lo completamente inefable, sino que era preciso que la procesión de los inteligibles terminara en ese orden. En efecto, allí está lo primeramente decible y llamado con nombres apropiados; pues allí resplandece también la naturaleza intelectiva de los inteligibles en virtud de las formas primeras. Y todos los géneros anteriores a ella, en silencio y ocultos, eran cognoscibles sólo con la intelección; y por eso también toda la teléstica se eleva hasta ese orden actuando de modo teúrgico, puesto que también Orfeo dice que ese orden es el primero en ser llamado con un nombre por los demás dioses. La luz que procede de este orden lo hace cognoscible y nombrable por los intelectivos. (Escolios de Proclo al Crátilo de Platón, LXXI).