Mitología
Los dioses tejen y destejen el mundo constantemente y eso son los mitos que le enseñan al hombre, o sea que este comprende mediante la transgresión el tiempo en que vive y también porque cree oportuno repetir las ideas del mito como ejemplo de su pensamiento, tal Platón que lo hace en el mito de la caverna, el del hermafrodita primordial, el carro del alma, el nacimiento de Eros, el mito de Er, etc., aunque en su obra estos mitos sintetizan su filosofía, o imagen del mundo. Pero ¿qué sentido tiene repetir historias que nadie sabe por qué están registradas en la más remota antigüedad, o son fragmentos dispersos literarios?
Crátera etrusca. Asamblea olímpica: Apolo, Zeus y Hera, 420-400 a. C.
Museo Arqueológico Nacional. Madrid
Platón respeta la mitología y tiene en su obra una cantidad de mitos, pero en realidad estos son harto pocos y muy concretos inversamente a la poesía que irrumpe tumultuosa de Homero que sin negar su valor en muchos aspectos, agrega confusión también en otros muchos, a menos que se comprenda a la mitología como una poesis directamente inspirada por lo alto.
O sea, a nosotros nos interesa este tipo de mitos claros y comprensibles pero nos resistimos ardientemente a suscribir todas las historias de la Ilíada y la Odisea. ¿Acaso todas las historias que nos narran los poetas tienen algún sentido claro?
La mitología es tan paradójica como que Marte, el potente dios de la guerra no fue capaz de ganar ninguna batalla en la Guerra de Troya, ni con Atenea, ni con Heracles, Hefesto, etc.
Es decir, nos damos por vencidos frente a muchos aspectos de la mitología de todos los pueblos que no son para nada claras ni en lo que dicen ni en lo que dicen que nos dicen. Desde antiguo este temor existía y era real, al punto que Pausanias nos expresa que:
los griegos no están nunca de acuerdo sobre un relato mítico (Descripción de Grecia, IX, 16, 7).
De hecho podría decirse que en numerosas ocasiones funcionan con el sistema de sacar de mentira verdad (o como dice la ciencia hoy día: error-acierto) o disparates contra sentido común, lo cual no debería por otra parte extrañarnos tanto, puesto que le advierten las Musas a Hesíodo –el cantor de la Antigüedad, que, aunque bastante posterior a Homero, aporta al menos tanto como él para el conocimiento de la mitología:
Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad. (Teogonía, 27-29).
Una de las primeras cosas que hay que dejar en el camino del Conocimiento es la mitología, y el propio vehículo te lo indica, cuando ya no evoca nada sino que te confunde. La mitología está escrita toda en un ambiente yetsirático.
2. «La mitología griega tiene igualmente una estructura circular. Las aventuras y andanzas de los dioses y héroes son análogas y se remiten las unas a las otras, se encadenan entre sí. Las historias de los personajes están todas relacionadas; y ésta deriva de aquélla, la cual a su vez está íntimamente vinculada con esta otra. Los mismos personajes aparecen en distintas historias, las cuales reiteran idénticos mitos en otras circunstancias espacio-temporales, con otras anécdotas y nombres. También la Biblia es un claro ejemplo de cómo y en qué diversas épocas y formas, en un mismo pueblo, se repiten los mitos ejemplares encarnados de distintos modos, por diferentes protagonistas, lo que constituye ciclos de repetición arquetípica, en los que se expresa tanto el orden interno de una cosmogonía, como el proceso iniciático.» (Federico González, El Simbolismo de la Rueda, cap. IX, nota).
3. Guénon escribe en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada lo que sigue aclarando la diferencia que ve entre símbolo y mitología. De hecho, en la primer parte, tocando al símbolo, cómo no estar de acuerdo cuando lo he aprendido de él. En el segundo punto y aparte atribuye Guénon toda la mitología a invenciones de los poetas ignorando que toda la mitología es una suerte de poesis, o sea inspirada, un producto de las Musas –de cualquier otro aliento de la poesis– a las que Hesíodo evoca y llama para que lo iluminen antes de comenzar a cantar y no «invenciones de los poetas» como afirma Guénon tomando éste término de Waite.
A menudo lo hemos dicho, y nunca lo repetiremos demasiado: todo verdadero símbolo porta en sí sus múltiples sentidos, y eso desde el origen, pues no está constituido como tal en virtud de una convención humana, sino en virtud de la «ley de correspondencia» que vincula todos los mundos entre sí; bien que, mientras que algunos ven esos sentidos y otros no los vean o los vean solo en parte, eso no quita que estén realmente contenidos en él, y el «horizonte intelectual» de cada uno es lo que establece toda la diferencia: el simbolismo es una ciencia exacta, y no una ensoñación donde las fantasías individuales puedan darse libre curso.
No creemos, pues, acerca de este orden, en «invenciones de los poetas», a las cuales el señor Waite parece dispuesto a conceder gran intervención; tales invenciones, lejos de recaer en lo esencial, no hacen sino disimularlo, deliberadamente o no, envolviéndolo en las apariencias engañosas de una «ficción» cualquiera; y a veces éstas lo disimulan demasiado bien, pues, cuando se tornan demasiado invasoras, acaba por resultar casi imposible descubrir el sentido profundo y original; ¿no fue así cómo, entre los griegos, el simbolismo degeneró en «mitología»? Este peligro es de temer sobre todo cuando el poeta mismo no tiene conciencia del valor real de los símbolos. (René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. «El Santo Graal»).
4. Mitología griega. En todo caso no conocemos un texto tan corto como este (conjuntamente con Apolodoro) para describir lo que significaba en su tiempo para su autor los astros del cielo. La concisión en esta oportunidad brilla con objeto de que la tomemos y la fijemos en el presente hacia el futuro.
Siete astros errantes por todo el espacio describen sus órbitas en el umbral del Olimpo y la eternidad avanza por siempre entre ellos: La Luna luz de la noche, el sombrío Crono, el dulce Sol, la pafiana con el lecho nupcial, el agresivo Ares, Hermes el de las bellas alas y Zeus protogenerador, de quien la naturaleza nació. Repartido está entre ellos el linaje humano y en nosotros habitan la Luna, Zeus, Ares, Afrodita, Crono, Helios y Hermes, pues del etéreo aliento aspiramos llanto, risa, cólera, generación, palabra, sueño y deseo. El llanto es Crono, la generación Zeus, la palabra Hermes, la ira Ares, el sueño Luna, el deseo la de Citerea y la risa Helios, porque, en justicia, por él ríen toda inteligencia mortal y el ilimitado cosmos. (Extractos de Estobeo, XXIX).
5. Mitología nórdica. → Odín → Mito.