DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

México-Tenochtitlan

Después de peregrinar durante 208 años, es decir 4 períodos de 52 años según la Tira de la Peregrinación o Códice Boturini, que corresponden cada uno a un «siglo» en la tradición calendárica mesoamericana, la tribu Azteca guiada por su dios Huitzilopochtli descubre el lugar donde según las profecías, debería fundarse Tenochtitlan, ciudad que sería el centro cultural de un vasto imperio y cuna de una nueva forma tradicional signada por ese pueblo, que acababa de pasar por tantas dificultades y aventuras. Según Alfonso Caso:

Habiendo salido de Aztlán en Cetécpatl, (1-pedernal) tenían forzosamente que iniciar su nueva vida un año del mismo nombre. Por eso la fundación de Tenochtitlan se hace en un año 1 técpatl (año cristiano de 1324) según el intérprete del Códice Mendoza. (El Pueblo del Sol).

Más adelante el mismo autor afirma que el día asignado a Huitzilopochtli, su dios, es precisamente el de 1-pedernal (ce-técpatl), así como el de Quetzalcóatl es 1-caña (ce-acátl). Otras versiones dan como año de su fundación el de 1325. De acuerdo a la mentalidad rítmica, cíclica y mágica de los precolombinos, patentizada en sus calendarios, nos parece valedera la tesis del autor anotada más arriba. Los símbolos profetizados eran: un nopal sobre una roca, y encima de éste un águila devorando una serpiente; esto en una pequeña isla, en un lago: habían llegado hasta allí. Como se ve, una clara imagen del Centro del Mundo.

A los símbolos que anunciaron la fundación de México-Tenochtitlan se agregan dos corrientes de agua: una azul y otra roja. La Crónica Mexicáyotl escrita por el mestizo Fernando Alvarado Tezozómoc nos da la siguiente versión de ese hecho (trad. Miguel León Portilla):

Llegaron entonces / allá donde se yergue el nopal. / Cerca de las piedras vieron con alegría / cómo se erguía un águila sobre aquel nopal. / Allí estaba comiendo algo, / lo desgarraba al comer.

Fundación de México. Códice Mendoza, pág. 2
Códice Mendoza, pág. 2

/ Cuando el águila vio a los aztecas, / inclinó su cabeza. / De lejos estuvieron mirando al águila, / su nido de variadas plumas preciosas. / Plumas de pájaro azul, / plumas de pájaro rojo, / todas plumas preciosas, / también estaban esparcidas allí / cabezas de diversos pájaros, / garras y huesos de pájaros.

En contra de las versiones oficiales y escolares sobre el nombre de México el mismo Alfonso Caso ha sostenido que su traducción corresponde a «ombligo de la luna». Esta etimología ha sido estudiada por Gutierre Tibón el cual juzga correcto no separar el nombre de México del de Tenochtitlan. Este autor considera al ombligo como Centro del Mundo y lo equipara al omphalos de las Tradiciones del Viejo Mundo. Es decir, como imagen arquetípica del Ser Universal, y receptáculo de sus energías, las que incluyen las del supramundo e inframundo, que mediante el centro se comunican.

Miguel León-Portilla en su obra México-Tecnochtitlan, su Espacio y Tiempo Sagrados manifiesta:

El nacimiento de Tenochtitlan implicaba en sí mismo la apertura de un espacio y tiempo sagrados. Allí, en ese espacio, debía elevarse el gran templo a Huitzilopochtli, y allí, a través de ceremonias y sacrificios, al tiempo de las fiestas, tenía que reactualizarse la palabra portentosa del mito, preanuncio y entrega de un destino incomparable, superior al de todos los otros pueblos de Anáhuac.

Y también:

Cuatro entradas –hacia cada uno de los rumbos del mundo– constituían el acceso al gran recinto de los templos. De hecho esas puertas eran el arranque de los ejes viales, las calzadas, comunicación de Tenochtitlan con la tierra firme: al norte hacia el Tepeyácac, al poniente a Tlacopan y al sur a Iztapalapa. Respecto del oriente, la entrada miraba en dirección del embarcadero, frente al rumbo de Tetzcoco. De ese modo el gran recinto era punto central de convergencia en la ciudad y a la vez proyección de lo sagrado hacia todos los cuadrantes de la tierra.

Ignacio Marquina acota:

La ciudad, construida en la laguna en parte consolidada artificialmente, tenía dos centros religiosos y cívicos muy importantes: Tlatelolco, que se encontraba en la parte norte de la actual ciudad de México, en el lugar de su nombre –era el más antiguo–, y el gran recinto del Templo Mayor, situado en el centro de la capital. Estos centros estaban formados por un conjunto de templos y edificios destinados a servicios religiosos y rodeados de palacios, edificios civiles y mercados. Además del espacio que ocupaban estos centros, el terreno consolidado abarcaba una gran extensión; anchas calzadas comunicaban a Tenochtitlan con las poblaciones más importantes que la rodeaban, como Iztapalapan, Tlacopan (Tacuba) y Tepeyac. Había también anchos y profundos canales y calles de tierra; el tráfico se hacía en canoas y por medio de puentes de madera que atravesaban los canales. Algunas calzadas como la de Iztapalapa, eran tan anchas que, según dicen las Cartas de Relación de Cortés al Emperador Carlos V, podían caber fácilmente ocho hombres a caballo. (Arquitectura Prehispánica).

Plano de Tenochtitlan. Carta-Relación de H. Cortés (15 de Octubre 1520).
Plano de Tenochtitlan. Carta-Relación de H. Cortés (15 de Octubre 1520).
Copia de la pintura original, detalle, Nuremberg 1524