Lares, Manes y Penates (lat.)
Los Lares son hijos de la Ninfa Lara y son dioses de los lugares, especialmente de las encrucijadas, llamados en este caso también Compitales. Son dos, uno por cada camino –o calle romana– en que se cruzaban. Dioses domésticos vinculados al culto de Vesta, su altar era el hogar para los romanos.
Lar romano, bronce
Lora del Río, Sevilla. 1ª mitad s. I
Presentes en el día a día y en grandes acontecimientos familiares, como casamientos, cumpleaños, aniversarios de boda y defunciones, se les rogaba protección y se les ofrendaban panecillos, aceite y miel. Se les quemaba incienso cada tanto y se hacía un brindis de vino en su honor.
Altar de los lares
Museo de la Civiltà Romana
2. Los Manes son las almas de los difuntos y se los considera como las energías protectoras de los antepasados a las que se ofrecía leche y flores.
Se celebran en su culto las fiestas parentales. Los romanos no debían olvidar a sus antepasados difuntos pues de lo contrario se verían víctimas de numerosos eventos: pesadillas, enfermedades extrañas, o mala fortuna.
3. Penates. Eran deidades domésticas, sin embargo, se equiparaban, en cierto modo, a los démones griegos y por ello se los vinculaba a energías intermediarias como los ángeles.
Velaban por los alimentos de la casa y eran los protectores de la intimidad hogareña.
Antes de comenzar las comidas, se guardaba un minuto de silencio a su memoria. El salero y la sal eran consagrados a ellos.
Las ciudades también rindieron culto a estos númenes e incluso erigieron santuarios en su honor. Su protección era solicitada por todo el mundo romano y se les otorgaba un lugar tan importante como popular.
¿Qué sería del orbe sin la protección de los penates que, por ventura, han subsistido?