Himnos Sumerios
Como se ha visto en nuestra entrada Dioses-Diosas (→ 2. Dioses Caldeos), An es la divinidad del cielo, paredro de la diosa de la Tierra, o mejor dicho de la diosa madre, surgidos ambos de Nammu, la diosa del Océano Primordial, aunque también aparece como procreando con ésta y generando a Enki vinculado a las aguas subterráneas y al fundamento abismal de la tierra y los cielos. An es el padre y original rey de los dioses y de él reciben los reyes su poder, ha creado las estrellas como ejército, reside en lo más alto del cielo.
Enlil, es hijo de An, Señor del Aire o Atmósfera –lo que incluye desde el aliento al huracán– ha separado el Cielo y la Tierra dando lugar al día, y reside en lo alto de la Gran Montaña, su ojo contempla toda la tierra y hereda la realeza de su padre; ha inventado el arado y en algunas versiones abriendo con él la tierra ha hecho surgir al hombre. En la versión posterior acadiobabilónica, Anu entrega su poder de los "cuatro vientos" a Marduk (quien será el que se convierta aquí en el rey de los dioses) para que pueda vencer a Tiamat y determinar y establecer el Cielo y la Tierra.
Inanna (Venus, y la Ishtar babilónica) hija de Enlil, es uno de los 7 dioses que administran los me, los decretos divinos con los que ellos incluso se adornan pues encarnan la realeza, el señorío; cada mes, en la luna nueva, los dioses del país se congregan a su alrededor para cumplir los me mientras otros se arrodillan para recitar la plegaria por todas las tierras (himno a Inanna). La Dama que surge en el cielo es guerrera, va armada de lanza y escudo, se la viste mitad de mujer y mitad de hombre mientras se desfila ante ella; es virgen y también hieródula y diosa de la dulzura y el amor, aunque sus amores no parecen ser afortunados.
Himno a An
¡Señor Supremo, que precedes a todos, que has hecho / poderosas las "fuerzas divinas" perfectas, / el más anciano de los señores! / El que levanta la cabeza, el enorme, el toro, del que sale todo germen, / el del nombre importante, revestido de poderoso terror, / cuya suprema sentencia nadie derriba, / la "montaña de las puras fuerzas divinas", revestida de terror, / se ha sentado en el sillón grande: / An, el rey de los dioses, / le miró desde lejos con su mirada fija, / al príncipe Lipit-Ishtar le miró con su mirada fija, / le dio vida para días lejanos, / al príncipe Lipit-Ishtar le dio vida para días lejanos. / La sentencia de An está sólidamente asentada, / ningún dios se opone a ella, / los dioses Anunna, todos los dioses / se reunieron con él en el lugar del destino. / Ha hecho aparecer radiantemente todas las grandes "fuerzas divinas", / los dioses del cielo (por esto) acudieron a él. / Dispuso con justicia las reglas (del cielo), / cualquiera se le doblega en el cielo y en la tierra. / Con su suprema "fuerza divina", en [ … ], / el gran An regaló el reino estimado / a Lipit-lshtar, hijo de Enlil. / Grande es An, el dios que aparece es grande, / el apoyo del poderoso An es el rey Lipit-Ishtar. (Es su antífona.) / An, con su corazón rebosante de gracia, le nombró rey, / (y) le habló fielmente al descendiente real: / "¡Lipit-Ishtar, te he otorgado poder, que levantes orgullosamente tu cabeza al cielo, / que, igual que una tempestad naciente, seas tú revestido de terrible resplandor, / que tu temporal cubra a todos los enemigos (y) a la tierra extranjera insubordinada! / ¡Impusiste justicia a Sumer y Akkad, alegraste el corazón del país, / apareciste, Lipit-Ishtar, hijo de Enlil, reluciente como el día! / ¡(Que) las ciudades donde viven los hombres estén al unísono contigo, / que el pueblo de los "cabezas negras", numeroso como las ovejas, siga tu buen mandato! / ¡Lipit-Ishtar, hasta del país extranjero tú eres su rey! / ¡El alto trono principal, el adorno eterno, / Enlil te dio fielmente, te consolidó su fundamento, / Zu-en te colocó la corona firmemente, que la lleves para siempre! / ¡Enki te revistió de las "fuerzas divinas" del principado, / Inanna te acompaña en su vestido de princesa, / que te acompañen el "buen Udug", el "espíritu tutelar del Ekur", / que intercedan por ti en tus ofrendas alimenticias, / cuando ofrezcas uvas y leche! / ¡Niño, criatura de Enlil, que todo lo logres!" / Siguen dos versos destruidos. / An, revestido de terror, te ha donado a ti, al hijo elegido de E[nlil], grandes dones. / (Es su antífona). / La palabra de An determina la buena suerte, / La palabra del gran An [determina] la buena suerte; / A Lipit-Ishtar, hijo de Enlil, [le ofrece su] brazo.
Himno a Enlil
¡Muy grande Señor, montaña de los I[gigu], / príncipe de los Anunnaku, Gran (dios) reflexivo, / [En]lil, Señor muy grande, montaña de los Igigu, / príncipe de los Anunnaku, gran (dios) reflexivo, / que te renuevas sin cesar, que lo que dice tu boca es invariable, / de quien ningún dios revoca lo que dicen tus labios! / Señor de los señores, rey de reyes, padre que has engendrado a los grandes dioses, / Señor de los destinos y de las normas, que gobiernas los cielos y la tierra, / Señor de todos los países, / que juzgas sin llamada, cuya orden es inmutable, / que fijas los destinos de todos los dioses, / que, a tu orden, son engendrados los pueblos, / tú nombras rey y gobernador. / Puesto que está en tu poder crear dios y rey, / y porque tú conviertes al débil en fuerte, / entre los numerosos astros de los cielos, / yo, Señor mío, me he confiado en ti, te he celebrado, / te he sido atento. / Fíjame un destino de vida, …
Otro himno a Enlil
Enlil, cuyas órdenes llegan muy lejos, / el de la palabra santa; / El Señor de la decisión inmutable, / que decreta para siempre los destinos; / Aquel cuyos ojos abiertos recorren el país. / Cuya elevada luz escruta el corazón de todos los países; / Enlil, sentado cómodamente bajo el blanco Palio, / bajo el Palio sublime; / Aquel que cumple los decretos de poderío, de señorío, de realeza. / Aquel ante quien los dioses de la tierra se inclinan aterrorizados, / Ante quien se humillan los dioses del cielo… / … El Cielo, de donde Enlil es el Príncipe; / la Tierra, de donde él es el Grande; / Los anunnakis, de quienes él es el dios sublime.
Cuando en su majestad decreta los destinos, / Ningún dios se atreve a mirarle.
Es únicamente a su glorioso visir, el chambelán Nusku, / A quien los mandatos y la palabra de su corazón / El describe: de ellos le informa, / Le encarga de ejecutar sus órdenes universales, / Le confía todas las reglas santas, / Todas las leyes divinas.
Sin Enlil, el "Gran Monte", / Ninguna ciudad sería construida, ningún establecimiento fundado: / Ningún establo sería construido, ningún aprisco instalado; / Ningún rey sería exaltado, no nacería ni un solo gran sacerdote; / Ningún sacerdote mah, ninguna gran sacerdotisa / podrían ser escogidos por la aruspicina; / Los trabajadores no tendrían ni inspector ni capataz…; / A los ríos, sus aguas de la crecida nos los harían desbordar; / Los peces del mar / no depondrían huevas en el juncal; / Las aves del cielo / no construirían sus nidos en la ancha tierra; / En el cielo, / las nubes erráticas no darían su humedad; / Las plantas y las hierbas, gloria de la campiña, / no podrían crecer, / En el campo y en la pradera,
los ricos cereales no podrían granar; / Los árboles plantados en el bosque montañoso / no podrían dar sus frutos… (Trad. Samuel N. Kramer).
Himno a Inanna
Mi padre me ha dado el cielo, me ha dado la tierra: / ¡Yo soy la reina del cielo! / ¿Existe algún dios, uno solo que pueda rivalizar conmigo? / Enlil me ha dado el cielo, me ha dado la tierra: / ¡Yo (soy la reina del cielo)! / Él me ha dado mi señorío, / él me ha dado mi realeza, / él me ha dado mi batalla, (él me ha dado mi) combate, / él me ha dado la inundación, (él me ha dado) la tempestad, / él ha colocado el cielo en mi cabeza como una corona, / él ha atado la tierra a mi pie como una sandalia, / él ha fijado la sagrada vestidura alrededor de mi cuerpo, / él ha colocado el sagrado cetro en mi mano. / Los dioses son bandadas de (temerosos) pájaros, (pero) ¡yo soy reina, yo! / Los Anunna se escabullen (a su) alrededor, ¡Yo, la vaca salvaje, dadora de vida, soy yo! / ¡ La vaca salvaje, dadora de vida del Padre Enlil, soy yo! / ¡Su vaca salvaje, dadora de vida que es la primera / Cuando entro en el Ekur, la casa de Enlil, / el guardián de la puerta no me detiene, / el visir no me dice, "Espera". / ¡El cielo es mío, la tierra es mía! ¡Yo, una guerrera soy yo! / (…) ¿Existe algún dios, uno (solo) que pueda rivalizar conmigo? (trad. Federico Lara Peinado).
La diosa Ishtar (Inanna sumeria) vista como Lilith
Terracota, c. s. XVIII a. C., British Museum