Hades-Leteo (gr.)
El reino de Hades oculto en las profundidades de la tierra era el mundo de los muertos, allí se encontraba el jardín de Perséfone con su conjunto de árboles estériles y en él, el sol nunca se veía. Sus praderas eran de aspecto sombrío como las que crecen en las tumbas en distintos tiempos y su entrada estuvo señalada en varios lugares geográficos entre ellos Hermíone, Ténaro, Cumas, Bomarzo en Italia y la Sacristía de la Catedral de Ávila en España.
Varios ríos lo atravesaban según Homero, el Aqueronte, río de los pesares, el Cocito, de los lamentos y otros dos de fuego. Del conjunto de estos ríos que rodeaban las regiones infernales emana uno nuevo con ellos, el Lete o del olvido (Estigia).
Este río era cruzado por Caronte, un viejo que llevaba a las almas en su barco hasta el país de las sombras. Estas almas, hacia el mundo superior eran guiadas por Hermes. Pero Caronte tenía el derecho de no transportar a las almas cuyos cuerpos no hubieran sido bien enterrados pues los espíritus se negaban a recibir a nadie sin funerales.
Caronte y el río Aqueronte, G. Doré
En la entrada del río del olvido o sea de la pérdida de la memoria estaba Cerbero, un perro de tres cabezas y cola de serpiente. Las ánimas que allí llegaban podían beber de la sangre de animales y recibían castigos de tipo psicológico que les proferían las Erinias a los perjuros.
Por lo que la memoria es la recuperación de este olvido infligido al hombre, análogo a la muerte y al sueño. En ese sentido recuperar la memoria es recuperar el Ser que yace dentro de nosotros aprisionado por las sombras y autocastigado por sus propios errores.
La memoria (Mnemosine) está viva permanentemente y si bien puede perderse también logra recuperarse volviendo el hombre a poseer nuevamente su auténtico ser. La memoria es entonces la memoria del sí, del Sí Mismo y su actualización es la presencia inmediata del Conocimiento y el Orden sagrado respecto al Caos de lo informe.
Recordarse a sí mismo es Ser, y asumir la parte divina que preside nuestra dualidad, entregarnos a ella y ver pasar el conjunto de incongruencias que hemos bebido en el Leteo del mundo subterráneo. Es por lo tanto emerger del Hades, volver a nacer y agradecer para siempre al dios Hermes el habernos podido rescatar por su intermedio, recorriendo el camino inverso que nos llevó hasta allí.
2. Platón insiste en el viaje al Hades y el juicio de Minos y Radamantis y el hecho de que el alma recibirá premios y castigos. Lo hace en la República en El Mito de Er, en el Gorgias y al final del Fedón en boca de Sócrates cuando está por tomar la cicuta. Sigue así la tradición antigua griega y egipcia, donde los juzgadores o los que pesan el alma son Thot y Anubis.