DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Geografía Sagrada

La geografía, ciencia del espacio, está relacionada con la grafía que toman en la tierra los distintos accidentes geográficos: montañas, cordilleras, montes, colinas, océanos, ríos, arroyos, fuentes, cascadas, bahías, cabos, caminos naturales, encrucijadas, valles, praderas, estepas, desiertos, bosques, selvas, etc., etc. No sólo son circunstancias dignas de una lectura literal sino, por el contrario, son hechos significativos que necesariamente obligan a unas consideraciones simbólicas. Es más, si se piensa con profundidad en ello esas características son propiamente eso, la escritura de la tierra, que no puede dejar por ello de ser algo para ser leído y por lo tanto interpretado. Por otra parte cada uno de esos fenómenos ha sido considerado como simbólico por todos los pueblos, tal el Nilo para los egipcios o el Monte Meru para los hindúes, para no dar más que un par de ejemplos de los unánimes en todas las Tradiciones sobre estos accidentes geográficos antes mencionados, siempre emparentados con modalidades de lo sagrado; igual la simbólica de los fenómenos atmosféricos: lluvia, sequía, rayos, trueno, clima, etc. y ambos vinculados con los lugares específicos donde se producen. Por lo que las situaciones distintas tanto geográficas como atmosféricas han sido siempre relacionadas con los diferentes dioses y diosas que pueblan los panteones.

Por ello las Tradiciones arcaicas establecían sus ciudades y templos en determinados puntos específicos del espacio que se consideraban asimismo capaces de recibir y asimilar las energías cósmicas y celestes, lo que no se contradice con otras especulaciones, de tipo económico, posibilidades de vida, crecimiento y desarrollo que de por sí pueden ser complementarias con las realidades simbólicas a las que estaban subordinadas.

Por otra parte hay parajes tan bellos, seductores o tonificantes que su magia es muy difícil de negar.

2. La Historia Sagrada es la expresión del tiempo sagrado, así como la Geografía lo es del espacio.

Antes del tiempo hay un espacio virtual en el que se produce la creación, así como después de él hay un espacio otro, ilimitado e infinito donde todo es simultáneo e igualmente virtual, aunque nuevo. Una geografía nebulosa y casi inexistente del más allá, que no obstante es éste, en el que vivimos como sombras que se reflejan en la caverna oscura de nuestra existencia, por lo que es necesario trascender todo ello y referirnos a esta geografía sagrada microcósmica que es un mapa del alma del ser humano, del verdadero hombre, el que ha nacido ya dos veces.

Recordar que los modos que ha tomado la manifestación, gracias a la perennidad que le asiste, son aquellos donde los espíritus intermediarios y deidades se reflejan en mayor o menor grado, porque es capaz de adoptar todas las formas en todos los tiempos; lo que suele entenderse como la Posibilidad Universal, permaneciendo no-nata, hasta que es activada por el propio ser que se haya considerado el protagonista del Sí Mismo. La geografía nace de los filósofos jónicos (a los cuales hay que adjudicarles la idea de la esfericidad de la tierra que también trataron los presocráticos y Platón) y el primero en inventar un mapa de la tierra habitada se dice fue Anaximandro de Mileto en el siglo VI a. C. Así surgió el primer problema de hacer una proyección plana de algo esférico.

Cuando en el Renacimiento se agrandó espacialmente la visión del hombre con el descubrimiento del Nuevo Mundo que se producía en relación con la aparición de tierras desconocidas en las que vivían civilizaciones y seres, lo que constituía la idea de un mundo ignoto, éste ensanchó la conciencia de los europeos y los obligó a salir de un mundo plano (círculo) a otro volumétrico (esfera).

La geografía se liga de este modo con lo que es y ha sido siempre, las huellas de una identidad invisible en los múltiples aspectos que abarca; como un poliedro vivo en el vientre de una parturienta, la madre universal; la grafía divina hecha carne y sangre.

Se debe rechazar la idea de ver a la geografía –o a la historia– como un contenedor, como a contenedores. El mundo es un ser vivo que se contrae y dilata a perpetuidad, sin tener en cuenta las enfermedades y la vejez pre-terminal que caracteriza a la agonía de un organismo, de aquí a poco caduco.