Estatuas
Los cultos a los dioses siempre se han manifestado entre los pueblos más antiguos por medio de la estatuaria, desde una herma que era una simple piedra en algunos casos con una marca o señal humana, hasta la estatuaria más refinada de distintos tipos, y desde pequeñas figurillas como los lares romanos hasta las inmensas y colosales figuras egipcias (Abu Simbel, o Luxor) y el Coloso de Rodas. Sin embargo, estas esculturas mal llamadas primitivas que debían ser nombradas como arcaicas, todas estas estatuas, pueblan nuestros mundos y pueden considerarse casi como parte integrante de ellos ya que las diferentes culturas las han ubicado en una gama que va de la presencia de lo metafísico, hasta como hoy de lo estético.
Nada hay de extraño en que los más desprovistos de instrucción tomen a las estatuas como bloques de piedra o de madera, exactamente como aquéllos no ven en las estelas, las tablas o los libros, más que piedras, madera o papiro encuadernado. (Porfirio, De las imágenes de los dioses).
2. "No podemos aquí tratar el tema del Golem (1), pero sí debemos destacar su paralelismo con el Asclepio:
– En efecto, Asclepio, el hombre es verdaderamente digno de admiración y más eminente que cualquier otro ser. Porque si nos referimos al género de los dioses, es evidente y reconocido por todos, que están constituidos de la parte más pura de la materia y que casi sólo se manifiestan en forma de cabeza pero no con los otros miembros; sin embargo, las figuras de los dioses producidas por el hombre, están modeladas de ambas naturalezas, de la divina, más pura y enteramente digna de un dios, y de aquélla de la que el hombre dispone, a saber, la materia con la que han sido modeladas; además estas figuras no se reducen sólo a la cabeza sino que están modeladas con el cuerpo entero con todos sus miembros. Por tanto, la humanidad, en el recuerdo de su naturaleza y origen, persevera en su ser imitando a la divinidad, pues del mismo modo que el padre y señor creó a los dioses eternos para que fuesen similares a él, así el hombre modela a sus dioses a semejanza de sus propios rasgos faciales.
– ¿Te refieres a las estatuas, oh Trimegisto?
– A las estatuas, Asclepio. ¿Te das cuenta hasta qué punto te cuesta creer a ti también? Porque éstas son estatuas animadas, dotadas de pensamiento y llenas de aliento vital y capaces de hacer gran cantidad de cosas de todo tipo; unas estatuas que conocen de antemano el porvenir y nos lo predicen por la suerte, la adivinación, los sueños y muchos otros métodos, que producen las enfermedades a los hombres y las curan y que nos inspiran alegría o tristeza de acuerdo con nuestros méritos.
"Esto fue duramente criticado por Agustín (La Ciudad de Dios, VIII, 23) que sin embargo estimaba, según parece, el resto del Asclepio. En todo caso, y así lo han interpretado otros cristianos, se trata del fenómeno teúrgico y transmutatorio que se va produciendo en aquellos que a través de cualquier medio se van empapando de la Doctrina, al nivel que sea. Es decir, análogo al Hombre Nuevo del que habla San Pablo." (Federico González - Mireia Valls: Presencia Viva de la Cábala, cap. II: "El Sefer Yetsirah").
En ese sentido se podría ver a los discípulos de Cristo como estatuas vivas, animadas por el Logos (el Verbo).
"Muchos autores han comprendido estos contenidos del Asclepio como dar nueva vida, insuflar el espíritu en cadáveres, o muñecos autómatas, para gestar el hombre nuevo mediante el proceso iniciático" (Federico González: Las Utopías Renacentistas, cap. I: "Artes Ignotas del Renacimiento").
"En este mismo sentido habría que recordar a Proclo que en su Teología Platónica I, 13 va desarrollando lo que se suele entender por una teosofía de los Nombres Divinos en más de un sentido relacionada con el Sefer Yetsirah y sus comentaristas posteriores. En su Teología Platónica (libro I, 1) dice:
…que fueron sus discípulos y que han alcanzado una tal perfección que podemos compararlos a estatuas.
"En ese mismo tratado (I, 29) Proclo compara a los Nombres divinos con esas estatuas:
Puesto que produce los nombres de esa manera, nuestro conocimiento científico los presenta a este último nivel como imágenes de los seres divinos; en efecto, produce cada nombre como una estatua de los dioses, y lo mismo que la teúrgia, mediante ciertos signos simbólicos, invoca la bondad generosa de los dioses en miras de la iluminación de las estatuas confeccionadas artificialmente, igualmente el conocimiento intelectivo relativo a los seres divinos, mediante composiciones y divisiones de sonidos articulados, revela el ser oculto de los dioses.
"Estos discípulos también aparecen en el texto de las Argonáuticas Órficas, obra probablemente del s. IV atribuida a Orfeo donde se narra el mito de los Argonautas (otras que tratan el tema son atribuidas a Apolonio de Rodas, y a Valerio Flaco): 'Contemplé a la ilustre y triple descendencia de Hermes…' (Gredos, Madrid 1987). (F. González, Hermetismo y Masonería, cap. I: "Los Libros Herméticos").
Estatua de Amón-Ra. Athanasius Kircher (detalle).
NOTA
(1). "El golem es una entidad espiritual, un cuerpo invisible generado por los esoteristas con el fin de perpetuar su sabiduría en el mundo; una creación espiritual concebida en el plano más alto del alma (neshamá) capaz de ligar con el hilo de oro o cadena áurea, como lo afirman los hermetistas, los neoplatónicos, los neopitagóricos, etc. y al mismo tiempo salir del ghetto mental. Esta tradición talmúdica aparece en el hasidismo muy posteriormente, en Eleazar de Worms, pero coincide con el Sepher Yetsirah en cuanto a generar cosas con los Nombres de Poder inherentes a las sefiroth mediante meditaciones y encantaciones."