Ciudades y Centros Sagrados
16. Roma
Todos los caminos conducen a Roma
dice el adagio popular; efectivamente la ciudad de Roma ha sido una situación geográfica central desde la fundación de la ciudad y el mito de la loba y los gemelos Rómulo y Remo y posteriormente como la capital del Imperio, extendido por todo el mundo y heredero de la extraordinaria hazaña de Alejandro Magno. Productora de una cultura de tipo práctico esta civilización es la predecesora de la de Occidente en todos sus aspectos, incluso en sus costumbres, que han desembocado en el mundo moderno y el predominio de la técnica de la que los romanos fueron los pioneros con sus comunicaciones y transportes, desagües y otros inventos que contenían en gérmenes, lo que los occidentales hemos desarrollado de modo múltiple e impensado.
Rubens, Rómulo y Remo, 1618. Roma, Museo Capitolino.
También la Iglesia Católica ha tenido centro allí en uno de sus barrios que constituye de por sí un estado independiente llamado Vaticano en el que vive el Papa y toda su corte administrativa, financiera y religiosa. Se destaca en él la Basílica de San Pedro, donde descansan en la célebre cripta, debajo de la cúpula, los restos de San Pedro, fundador de la Iglesia, lo que, desde luego, es sumamente importante si se tiene en cuenta que en la actualidad hay más de mil millones de católicos en el mundo, pese a lo cual la Iglesia ha ido perdiendo poder, después de haber tenido una influencia absoluta desde que el Emperador Constantino se convirtiera al cristianismo junto a su familia, tanto en lo político, lo social o lo económico, como en la Historia de Europa y América, a la que deben agregarse porciones de Asia, África y Oceanía.
Roma. Vista del puente y del castillo Sant'Angelo, Giovanni Battista, siglo XVIII
Lugar de peregrinaje para los fieles que, por lo menos una vez en su vida, desean visitar el Vaticano y las numerosas iglesias romanas –incluidas las catacumbas, subterráneos donde vivían y se alojaban los primeros cristianos– aún en mayor número que a los propios "santos lugares" donde se desarrolló la historia de Jesús y su dramática culminación con el sacrificio de la cruz.
También de modo secundario, es la sede política de la actual Italia, estando situada en el centro de ese país, tan distinto en términos generales entre su norte y sur, aunque, desde luego, su importancia fundamental consiste en sus antecedentes culturales y religiosos, y en ser en la actualidad un cruce de caminos de seres pertenecientes a todos los lugares del mundo.
Conocida también por su célebre Coliseo y otras ruinas gigantescas entre las que debe destacarse el Panteón en perfecto estado de conservación.
Colección de estampas
Recordar las siete colinas –como las de Barcelona– y otras ciudades que cuentan con montes sacros –como Montparnasse y Montmartre en París– y que se halla ubicada en las márgenes del río Tíber, del que Virgilio puntualiza en el libro VIII de la Eneida:
Cuando en la ribera del río el padre Eneas/ cuando bajo el cielo descubierto tumbándose/ dio a sus miembros por fin reposo/ he aquí que el dios del lugar, el Tíber mismo/ entre las espesas ramas de la fronda/ apareció saliendo del tranquilo río/ vestido con un sutil y cerúleo velo y ciñó su cabello frondoso con las cañas.
Otra tradición narrada por Virgilio en la Eneida da cuenta de que el anciano Tiberino, el dios del río, profetizó a Eneas que debía fundar la ciudad donde encontrase una cerda blanca amamantando 30 cerditos (los pueblos que fundaría él y su descendencia entre ellos Alba Longa y que dependerían de la metrópoli), cosa que por cierto Eneas cumpliría.
No te vayas. No te asuste la amenaza de guerra. Todo el enojo, todas las iras de los dioses se han calmado. Ahora hallarás tendida –no pienses son quimeras que te suscita el sueño– al pie de las encinas de la orilla una cerda gigante con sus treinta lechoncillos que acaba de parir, acostada en el suelo, blanca la madre, blancas también las crías colgadas de sus ubres. Ese será el lugar de tu ciudad, ese el descanso fijado a tus fatigas. Partiendo de él, cuando giren su curso tres decenios, Ascanio ha de fundar la ciudad de Alba, de nombre esclarecido. Y no te vaticino cosas vanas. (Eneida, Libro VIII, 40-49).
Y como para demostrar su augurio:
De repente se presenta a su vista una asombrosa señal: tendida sobre la verde orilla, en la arboleda, divisan una cerda de luciente blancura con sus crías de idéntico color. (Ibid. 80-82).