Cartomancia
La antigua escuela formada por Apolo (pitonisas), que ha subsistido hasta nuestra época, ha transferido el poder de las emanaciones órficas de la cueva formulando su magisterio adivinatorio de diferentes formas, que toman las distintas mancias al expresarse, aunque realizando siempre su profesión con la solemnidad que suponen los actos.
Una de aquellas es las cartas –y sobre todo antiguos Tarots como el de Marsella y el de Mantegna– las que se usaron como instrumentos de la profecía. Las cartulinas de los naipes del Tarot impresas en bellísimos colores han sido desde siempre un método adivinatorio que se expresa mediante los símbolos pintados en los cartones, los cuales van describiendo desde un ciclo menor a otro mayor, o sea, por ejemplo, la fortuna personal o bien la cósmica, es decir que cubren un hemiciclo de espacio-tiempo donde se reciben y emiten señales desordenadas, a las que hay que darles una apariencia inteligible.
Estas mujeres recibían los mensajes que transportaban los vientos y los pájaros y tenían que estar prontas para seguir cualquier recomendación que se hiciera, es decir la instrucción promovida por el intermediario (Hermes) y las → pitonisas de Apolo, que terminan dando forma a lo intangible; en este caso, como en muchos otros, mediante distintos vehículos y símbolos tradicionales, aunque incluso no se debe olvidar la revelación inmediata de naturaleza más o menos intelectual y que debe ser descifrada posteriormente. La revelación siempre necesita de un objeto cualquiera que se utiliza así como intermediario. Razón por la cual ese objeto ulteriormente llega a cosmizarse.
Grabado por Halbou, s. XVIII