Azar
En una intervención de la obra de Platón, que preside este diccionario, puede leerse respecto al azar lo siguiente:
Desde luego que el afirmar que esto es tal cual yo lo digo, punto por punto, no es propio de un hombre sensato; pero lo que he dicho de las almas y sus estados y que existen estas cosas como yo las he enunciado –aunque podrían expresarse de manera parecida–, y en el supuesto de ser el alma inmortal, puede asegurarse sin inconveniente que es así; y ya que vale la pena correr el azar de creerlo –pues el riesgo es hermoso– no dudemos en entregarnos y de ese modo encantarnos a nosotros mismos. (Platón, Fedón, 114d).
Como podrá percibirse la importancia del azar es, en el caso de la cita anterior tan destacada como que debemos entregarnos a él en nuestra máxima aspiración, siguiendo la frase del sabio griego, nada menos que en el camino del Conocimiento. Así el azar se transforma en algo venturoso y el estudiante, o sea el neófito, debe tener presente esta posibilidad perenne de realización que el azar nos ofrece de sí mismo, ya que creer en el azar es creer en un elemento vital en el proceso iniciático –análogo a la fe.
En su libro Hermes, el Conductor de Almas ("El Hermes del himno"), Karl Kerényi afirma completando la definición del tema del azar, (que es venturoso) de este modo:
El hallazgo producto del azar, en sí mismo aún no es hermético, no es más que materia para obrar herméticamente, lo que de él se desarrolla del espíritu del dios. El azar, como vestigio del caótico estado originario, permanece en todo cosmos primigenio, así como en lo hermético. Hermes se ha apropiado del suyo y por medio de él, cada hallazgo, que en sí mismo es divino y no una propiedad humana, representa un robo para una utilidad mejor.
2. "Somos una pompa de jabón, / que gira y gira y rueda sin cesar, / teniendo como base el puro azar, / pero de la Inteligencia Universal." (Federico González Frías. Parlamento de la obra teatral En el Tren).
Grabado finales s. XVI (fragmento)