Arturo
La Osa Mayor, la Osa Menor y el Dragón
Manuscrito de astrología
París, Bibliothèque Nationale
Rey arquetípico del mito galés y céltico, es una imagen del Centro Primordial y por lo mismo del eje del mundo, alrededor del cual gira el zodíaco simbolizado por los Caballeros de la Tabla Redonda. Por otra parte, Arturo (Arcturus), era hijo de Uther Pendragon vinculado con la constelación del Dragón que hace alrededor de 12.000 años estaba en el centro del Universo. Este Dragón celeste se hallaba relacionado con el poder entre los celtas y con la Osa (Mayor y Menor), y la civilización Atlante, igualmente con el número cinco como el del medio, es decir, el centro de los cuatro puntos cardinales y el Decálogo Pitagórico así se tome al Denario (10=5+5) o a la Enéada de los números naturales. Arturo es, sin duda, un símbolo del centro y del poder real, como Merlín lo es del sacerdotal, o sapiencial, y ambos, más concretamente, el del Axis Mundi. Igualmente hay que vincularlo con la constelación de la Balanza, que pendía directamente del eje del mundo y que pasó de ser polar a equinoccial y transferida a las siete Pléyades, al igual que con el nombre Tula (balanza en sánscrito), sitio geográfico mítico hiperbóreo, y asimismo tolteca, y conocido como Tule por los griegos e igualmente en otras partes del mundo, (según René Guénon en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada: "La Tierra Solar" y "El Jabalí y la Osa"). Autor que manifiesta en El Rey del Mundo, IV:
Se dice que los Adityas (salidos de Aditi o lo "Indivisible") fueron primero siete antes de ser doce, y que su jefe era entonces Varuna [Urano]. Los doce Adityas son: Dhâtri, Mitra, Aryaman, Rudra, Varuna, Sûrya, Bhaga, Vivaswat, Pûshan, Savitri, Twashtri y Vishnu. Son otras tantas manifestaciones de una esencia única e indivisible; y se dice también que estos doce soles aparecerán todos simultáneamente en el fin del ciclo, reentrando entonces en la unidad esencial y primordial de su naturaleza común. En los Griegos, los doce grandes Dioses del Olimpo están también en correspondencia con los doce signos del zodíaco. (…)
El símbolo al que hacíamos alusión es exactamente el que la liturgia católica atribuye a Cristo cuando le aplica el título de Sol Justitiae; el Verbo es efectivamente el "Sol espiritual", es decir, el verdadero "Centro del Mundo"; y, además, esta expresión de Sol Justitiae se refiere directamente a los atributos de Melki-Tsedeq. Hay que observar también que el león, animal solar, es, en la antigüedad y en la Edad Media, un emblema de la justicia al mismo tiempo que del poder; el signo del león (Leo) es, en el zodíaco, el domicilio propio del sol. El sol de doce rayos puede ser considerado como representando a los doce Adityas; desde otro punto de vista, si el sol figura a Cristo, los doce rayos son los doce apóstoles (la palabra apostolos significa "enviado", y los doce rayos son también "enviados" por el sol). Por lo demás, se puede ver en el número de los doce Apóstoles una marca, entre muchas otras, de la perfecta conformidad del Cristianismo con la Tradición Primordial. (…)
La primera conclusión que se desprende de todo esto, es que hay verdaderamente lazos bien estrechos entre las descripciones que, en todos los países, se refieren a centros espirituales más o menos ocultos, o al menos difícilmente accesibles. La única explicación plausible que pueda darse de ello, es que, si esas descripciones se refieren a centros diferentes, como así parece en algunos casos, estos centros no son por así decir más que emanaciones de un centro único y supremo, lo mismo que todas las tradiciones particulares no son en suma sino adaptaciones de la gran Tradición Primordial.