DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Agua

El agua está al principio de la Creación Universal junto con el aire (el soplo) del espíritu. A través de sus distintos procesos (líquido, hielo, vapor) es capaz de estar presente en distintas formas en el mundo. Los océanos, mares, lagos, etc. son el elemento vital por excelencia y las cantidades más profusas del planeta, llamado tierra; ocupan los más vastos territorios; lo mismo sucede con el hombre cuya constitución es básicamente agua. Asimismo es el elemento disolutivo por naturaleza. En ese sentido está también al final de la Creación, según lo certifican casi unánimemente numerosísimos mitos; por otra parte el sol se pone en el horizonte y desciende al inframundo y ya no calienta más, de allí también que los arcaicos esperaran ansiosamente su resurrección en el nuevo amanecer. Por eso es un símbolo de la nueva vida lo que está claro en el sacramento del bautismo. También ella es purificadora y los rituales (baño turco, finlandés, incas, aztecas, romanos y en los misterios de Eleusis) lo simbolizan.

Las inundaciones en general son el aspecto maléfico de tan augusto líquido.

El agua es uno de los cuatro elementos fundamentales de la Creación junto con el aire, la tierra y el fuego. Sometida a congelación solidifica produciendo el hielo, asimilada a la tierra. Calentada se convierte en gas, identificado como aire, pero siempre se opone al fuego tal como lo simbolizan los alquimistas que los dibujan de esta manera:

Símbolos de los cuatro elementos.

2. Las Aguas Primordiales son una constante en la cosmogonía de numerosas tradiciones, las que al bajar de nivel, o retirarse, dan lugar a la tierra, o a una isla.

Por eso es usual asimismo la regeneración por las aguas donde se las asocia con la iniciación y el nacimiento de un hombre nuevo, lavado de los vestigios del hombre anterior y limpio para iniciar un camino vital, como los niños inmediatamente después de nacidos, según una costumbre.

Por ello se las vincula a las semillas y la germinación de una renovación, también basada en el caso del mundo vegetal en el descenso de las lluvias que hacen posible la vida y la existencia de la agricultura y los ríos.

Elemento imprescindible para el ser humano como el aire que respira, asimismo calma la sed de las bestias que se alimentan igualmente de vegetales, coadyuvando a la perpetuidad de los ciclos vitales de este líquido del que ella es la fuente.

Cuatro ríos proveían al jardín del Paraíso terrenal.

3. En un poema Jorge Luis Borges nos dice:

Antes que el tiempo se acuñara en días, / el mar, el siempre mar, ya estaba y era / ¿Quién es el mar?

De hecho el mar forma parte de las unánimes Aguas Primordiales de las que todo ha nacido y de las que un himno del Rig Veda se ocupa:

Como madres cariñosas
dadnos parte aquí
de vuestro jugo benefactor

Aquél a cuyas aguas nos inducís, aguas,
será a quien serviremos
¡Oh, aguas, de donde surgimos!

"Las aguas" suelen referirse a las aguas superiores y las inferiores. Las primeras están más cerca de los dioses y ligadas al aire y la respiración. Las otras ya han tomado sustancia como líquidos; ambos elementos son nutricios y estrechamente relacionados pues significan la siempre misteriosa ecuación de lo intermediario, de lo que no será esto o aquello, lo cual conforma un mundo estrechamente vinculado con cualquier origen, como es el apareamiento del cielo con la tierra.

4. El agua es el símbolo de la indiferenciación primordial, la sustancia primigenia a partir de la cual son posibles todas las formas. El agua representa a los fluidos en general y a su indeterminación, donde se hallan en potencia los gérmenes de cualquier creación. Preceden por lo tanto a la génesis y son la base en que se sustentan las manifestaciones cósmicas, las realidades verificables. Es también el símbolo por excelencia de la fecundación y se encuentra estrechamente relacionada con la luna, la menstruación, la mujer y la lluvia (cuyas gotas se asemejan al semen).

Como soporte cósmico se la advierte entre los indios de América del Norte y Mesoamérica (iguana, caimán), China (tortuga) e India (elefante), que consideraban que el mundo era una isla, o un animal, flotando en las aguas, de la que nacía un árbol o planta central.

Los aztecas consideraban a los cielos,

las aguas celestes de la mar divina,

como las aguas superiores, divididas de las inferiores por la línea del horizonte. Las conchas, los caracoles, los peces, los animales y monstruos acuáticos, son signos sustitutivos e intercambiables del agua, o sea de la posibilidad de la vida, bajo cada una de las formas en que ésta pudiera presentarse, comenzando por la existencia misma del Universo y el hombre, su ser.

Destrucción del mundo por el agua, Códice Dresden
Destrucción del Mundo por el agua
Códice Dresden, p. 74

El diluvio, es también un tema unánime en la mitología precolombina, asociado siempre con las eras, o ciclos, de las distintas humanidades (en este caso su disolución), por lo que se halla invariablemente ligado al antes o después de ésta o aquella creación.

Las aguas están pues no sólo al comienzo sino también al fin (propiciando un recomienzo) y se consideran como una constante de la manifestación, su substancia y fundamento, su virtualidad. El agua no es entonces pasado y futuro, sino por sobre todo presente; nada podría ser sin el agua, especialmente el hombre, dada su sed y la necesidad obvia del líquido vital, así como su regeneración iniciática. El símbolo del agua es muchas veces intercambiable con el de la sangre.

"Andar sobre las aguas" significa una hazaña realizada por Jesús y Pedro, la cual da la impresión de referirse a "estar" sobre la superficie de las aguas, lo que se corresponde con un plano o mundo que es superado hacia otro, en este caso aéreo y transparente.