DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Tierra

Uno de los elementos que junto con aire, fuego y agua han constituido desde la antigüedad clásica los cuatro de que se compone la naturaleza. Éstos se combinan en distintos grados y proporciones en diferentes aspectos de la creación, aunque toda ella esté signada por ellos.

El punto central de este conjunto cuatripartito es el éter, quinto elemento que genera a los otros cuatro y que a la vez es un principio que está presente de modo invisible en todo lo creado como esencia de la que estos derivan (quintaesencia).

En términos generales el agua y la tierra son pesados, por lo que actúan como anclaje de los otros dos (fuego y aire) cuyo impulso tiende hacia arriba. En alquimia la forma de representar estos elementos es la siguiente:

Los símbolos de los cuatro elementos.

Igualmente se subraya a la tierra como el habitáculo del hombre ya que en el orden descendente de estos elementos ocupa el lugar último en cuanto a su preexistencia pues en él desembocan los demás elementos que la conforman, tal cual Malkhuth es la cristalización de todo en el Árbol Sefirótico. Es también la madre, cuna y habitáculo del hombre. Igualmente es su tumba. Por otra parte el hombre está hecho de tierra (arcilla) que el hacedor mezcló con agua formando una materia en la que esculpió al propio Adán, es decir, a todos nosotros, sus herederos.

En la India es Prakriti, la substancia del universo, la materia prima que ha surgido de las aguas. Puede tomarse en este sentido como la generadora del mundo, sus montañas y lagos, vegetales y animales, pues se la considera la entidad nutricia por antonomasia y por todo ello la que nos da la vida y la muerte, la que está al principio y al fin.

Según la geografía sagrada hay tierras santas, afortunadas y primordiales, amén de la multitud de accidentes que la configuran y representan. Dios creó al hombre y a la mujer en una de las creaciones del Génesis de su propia materia prima (en este caso la del Paraíso).

No debe dejar de mencionarse la clásica distinción entre Cielo y Tierra como fundamental en todo proceso de Conocimiento, división que se presenta inalterada en el desarrollo de todas las Tradiciones y que establece igualmente la diferencia entre lo de arriba y lo de abajo, lo ascendente y lo descendente, necesaria división donde se asientan las bases de la cosmogonía.

Se opone proverbialmente al cielo que la cubre y está representada por un cuadrado (o cruz) o cubo, mientras el cielo lo simboliza el círculo o la esfera (y en algunos casos el triángulo con el vértice hacia arriba).

2. En el Papiro de Derveni puede observarse esta interesantísima glosa comentada respecto a la mitología:

Concibió a su vez a Tierra y el anchuroso Cielo por encima.

(…) Tierra y la Madre, y Rea y Hera son la misma. Y se llama Tierra, por convención, Madre, porque de ella nace todo, Ge y Gaia según el dialecto de cada uno. Se llamó Deméter, como Tierra Madre (Ge meter), haciendo de los nombres uno solo, pues son lo mismo. (Trad. Alberto Bernabé, Textos órficos…).

3. Con las reservas que supone tratar una Tradición que no ha influido directamente en Occidente –lo que siempre puede presentarse a suposición o engaño. Sin embargo la Tradición China –a la que el Taoísmo también expresa– es, como hemos dicho, muy análoga a la Hermética. Y de hecho igualmente similar en sus raíces a todas las otras. Por lo que daremos aquí una cita del I Ching, en especial, en este caso, acerca de la distinción entre Cielo y Tierra, o lo que es lo mismo, entre recepción y creatividad (Lo Receptivo y Lo Creativo).

La ventura de la quietud y la perseverancia se funda en que uno se halla en correspondencia con la índole ilimitada de la Tierra.

La tierra está quieta. No actúa por sí misma, sino que acoge constantemente los influjos del Cielo. Así se torna inagotable y eterna en su vivir. Así también el hombre alcanza eternidad cuando no pretende, en un vano trajinar autónomo, hacerlo todo por sí mismo, sino antes bien se abre, tranquila y constantemente, a los estímulos que afluyen hacia él desde las profundidades de las fuerzas creativas. (Richard Wilhelm, I Ching, Libro III: Los Comentarios).

Pasiva con respecto a la energía celeste, Kien en la Tradición China.