DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Jerusalén

De los sitios sagrados (y misteriosos) entre los miles que pueblan el mundo se destaca Jerusalén de modo particular por la importancia que ha tenido en la Tradición Judía, la Cristiana y la Islámica, apodadas las Tradiciones "del libro", todas ellas de la descendencia de Abraham y que tienen a la Biblia como base de su historia y su religión, aunque otro libro, el Corán –en el que se hacen referencias bíblicas– haya venido a suplantar en el islam, al que aún hoy es el libro sagrado de judíos y cristianos. En ambas versiones hay diferencias, par­ticularmente en lo que toca al Nuevo Testamento, es decir a los Evangelios y otros escritos igualmente sagrados agregados a ellos que no figuran en el legado hebreo.

La importancia de Jerusalén en la Biblia es fundamental y se la menciona cientos de veces tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y estas tres Tradiciones han pasado por allí y la han dominado políticamente durante siglos.

Sintetizando, podría decirse que la historia de la ciudad ha transcurrido por tres grandes períodos: el judío, desde su fundación hasta la destrucción del Templo de Herodes; el cristiano desde la época de Constantino el Grande, emperador romano que se convirtió a esa religión, y finalmente el actual, desde la toma de Saladino en el siglo XII y la conquista definitiva por los musulmanes en el siglo XIII. Durante todas estas centurias la influencia principal sobre estas religiones en el plano cultural fue griega –y también egipcia, aunque Abraham, según la Biblia era de Ur de Caldea– y posteriormente la romana, amén de las arcaicas (presentes en todas ellas), y desde luego, las diferencias religiosas propias, que cada una tiene en su ser.

Pero no es sólo su historia y una base religiosa y cultural común, o sus diferencias específicas, lo que nos interesa destacar aquí, sino la influencia de esta ciudad entre las decenas de miles de lugares sacros y misteriosos en el pasado del mundo, también pensando en la validez que ella tiene en la actualidad, un verdadero centro que fue llamado ómphalos del mundo en la antigüedad y que hoy lo sigue ostentando dada la gravedad de los hechos presentes entre estas tres religiones, particularmente la islámica contra la judía, aunque la cristiana está igualmente comprendida ante la hegemonía del islam –que llama a todos los que no son de su religión: infieles– y sus pretensiones políticas y religiosas.

Eso es lo que ha convertido a Jerusalén nuevamente en el ómphalos del mundo, carácter que tal vez no haya perdido nunca, aunque lo portaba de modo secreto o escondido.

Jerusalén. Grabado de 1493 en el Liber Cronicarum, Nuremberg.
Jerusalén. H. Schedel, Liber cronicarum, Nuremberg 1493

2. El nombre Jerusalén y la primera parte de su historia. Su nombre deriva del dios Shalem una divinidad de la primera época. Al norte de la ciudad se encuentra, en el Monte Moria, la piedra fundamental de la villa. Se la llamó la ciudad de Salem y esa piedra es aquella a la que condujo Abraham a su hijo Isaac para sacrificarlo. Su rey era Melquisedec que le había dado a aquél una ofrenda de paz: pan y vino y era llamado "Sacerdote del Dios altísimo".

Lo cierto es que el rey judío David, después de haberle cortado la cabeza a Goliat, pasó a ser el gran formador de todo el territorio que fue colonizado por los israelitas. Posteriormente fue llevada a Jerusalén el Arca de la Alianza.

Jerusalén fue conquistada y nombrada como la ciudad de David, donde éste propició un gran sacrificio en un paraje en el que su hijo Salomón construyó el primer Templo.

Dicho Templo fue el centro para todos los israelitas y cesaron las luchas tribales.

Y esa preeminencia se acentuó cuando el propio Salomón organizara peregrinajes a Jerusalén por lo que esa ciudad con el tiempo fue reconocida como la ciudad de Dios y posteriormente ostentó los títulos de Ciudad de Justicia y Ciudad Fiel.

Años después de la muerte de Alejandro Magno en el 323 a. C. se produjo el saqueo del Templo, habiendo sido destruido dos siglos antes por el rey babilonio Nabucodonosor, quién expulsó a los israelitas de sus propios territorios. Años más tarde el Templo fue reconstruido por Zorobabel, recibiendo el nombre de segundo Templo.

Empero, tiempo después los romanos tomaron bajo su imperio toda el área y el rey Herodes para congraciarse con los judíos restauró y amplió el Templo, que siguió llamándose el segundo Templo (destruido luego nuevamente por el emperador Tito en el 70 d. C.), y posteriormente, a raíz de la conversión de la emperatriz Helena y su hijo Constantino al cristianismo, la ciudad sería de esta religión. Pero sesenta años después de la citada destrucción del Templo, en razón de los elevados impuestos y otras injusticias, los ciudadanos se rebelaron en varias ocasiones, hasta que el emperador Adriano acabó exiliándolos de la ciudad santa, en dirección a la cual éstos seguían elevando sus preces.

En el siglo IV se dividió el imperio romano y como dijimos se afianzó en ella el cristianismo, recordando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, hasta la llegada del islam tres siglos después ya que el profeta Mahoma apenas comenzó ese movimiento religioso dirigió también hacia allí sus oraciones y ambiciones seguidas de la ocupación de nuestra ciudad, y comenzaron a florecer en la misma los minaretes y las mezquitas coronando al Monte Moria.

No citaremos aquí las cruzadas con el objeto de reconquistar la ciudad, y su distinta suerte, porque sólo hemos querido resaltar la misteriosa fuerza del lugar y su grandeza entre otros, pues aún sigue albergando los sitios sagrados de las tres Tradiciones mientras los habitantes divididos en forma trinitaria todavía moran y disfrutan de ella.

Y queremos recordar en esta época cada vez más tensa de conflictos religiosos, su vital importancia, así como memorar a los seres santos que han profetizado su destrucción.

3. Jerusalén recibe como a un rey a Jesús, el domingo de Ramos (las hojas de las palmeras limpian el camino por donde debe pasar),

Bendito el rey que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas,

decían (Lc XIX, 38). Y es en esta misma ciudad donde acontece su juicio y su pasión, martirizado y finalmente crucificado mientras se produce un eclipse de sol y un terremoto en el monte Gólgota (= cráneo, como expresión de la sumidad de dicha ciudad).

Esta era Jerusalem o Salem, o mejor Iyr Salem, ciudad plena de Dios y Shalamo o Salom, ciudad de paz.

Las tres religiones "del libro" no deben olvidarse jamás de Jerusalén. → Leteo.