DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Hécate (gr.)

Algo hay muy misterioso en Hécate y tal vez por ello en todas las mujeres. De hecho, están dispuestas de tal suerte que se encargan ¡voto a Zeus! de engendrar en las sinuosidades del útero y en el vientre que aloja al bebé unidos ambos por un extraño cordón. Todo se produce en las oquedades y la negrura de la matriz y el sexo, e imaginemos lo que éstas pueden perturbar el sueño de las pequeñísimas creaturas que es capaz de alojar dentro de ella.

Callada y misteriosa como tantas hembras que no participan de ningún misterio sino que cierran la boca para ocultar sus pensamientos, en lo que son hábiles las cortesanas.

También sus genitales ocultos son mucho más oscuros que los masculinos y yacen en una caverna origen de las aguas superiores de donde todo se emana siempre. Preparadas para el exterminio se defienden con su arco y flechas punzantes y son hábiles también en torcer y tapar conductos hacia otra cosa; estableciendo redes para que nadie pueda salir de lo que ellas consideran su propiedad privada: el esposo y los hijos. Y no puede dejar de advertirse que este rebuscamiento, este enrollarse en sí mismas, total o parcialmente, es muchas veces aquello en que reside su gracia, su charme. No sólo son bellos sus rostros sino también que huelen cautivadoramente y su voz puede imitar –incluso inventar– gloriosas melodías.

Asociada con todo lo nocturno lo está también con los animales capaces de ver en la oscuridad, lo que podría transponerse al carácter intuitivo de las féminas. A las que Sélene, no tanto como Afrodita, representa en el panteón ablandando el rígido mundo de las diosas madres, que a veces también no dejan de tener ternura, aunque ello, claro está, es diferente.

Por todo eso y dada la inferioridad otorgada por nuestra cultura de "machos" a la mujer, sin duda no hay mejor regalo para ellas que poder adscribirse a la inspiración de Hermes Trismegisto, el que no ha dudado jamás de las iniciaciones femeninas y de su capacidad para realizarlas, efectivizarlas, y ser así individualidades gratas a los dioses y las diosas que las acompañarán en su recorrido, o sea la realización del "hombre verdadero".

Embarazada ésta (Asteria), parió a Hécate, a la que Zeus Crónida honró sobre todos y le procuró espléndidos regalos, la suerte de participar en la tierra y el mar estéril. Ella también obtuvo en lote la dignidad que confiere el estrellado cielo y es especialmente respetada por los dioses inmortales.

Todavía ahora, cuando alguno de los hombres de la tierra los propicia, celebrando magníficos sacrificios según costumbre, invoca repetidamente a Hécate.

Muy fácilmente obtiene gran honor aquel cuyas súplicas acepta complaciente la diosa, y le concede prosperidad puesto que está en su mano. Pues de cuantos nacieron de Gea y Urano y obtuvieron honras, ella posee el lote de todos ellos.

En nada la maltrató el Crónida ni tampoco le quitó nada de lo que recibió en suerte entre los primeros dioses, los Titanes; sino que sus atribuciones son las mismas que tuvo desde el principio. Y no por unigénita la diosa obtuvo en lote menos dignidad [ … ], sino todavía mucho más aún, puesto que Zeus la respeta. (…)

Así, aunque es unigénita, de madre, goza de gran respeto entre todos los Inmortales por sus prerrogativas.

[El Crónida la hizo criadora de los jóvenes que después de ella vieron la luz de la Aurora que a muchos alumbra. Y así, desde siempre, es criadora de la juventud y estas son sus atribuciones]. (Hesíodo, Teogonía, 410-428, 448-452). Luna.

Hécate. Ilustración del poeta y pintor Stéphane Mallarmé.
 
Hécate. Ilustración del poeta
y pintor Stéphane Mallarmé