DICCIONARIO DE SIMBOLOS Y TEMAS MISTERIOSOS
Federico González Frías

DICCIONARIO

Ciclos-Ciclología

Ciencia de los ciclos y los ritmos cósmicos, estudia las huellas que ha dejado en su Obra un Creador ausente, pero presente en ella, por sus rastros que lo identifican.

En su sentido más amplio, es decir en el macrocósmico estudia el tiempo que manifiesta estas posibilidades mediante los intervalos rítmicos que los astros marcan en el cielo y que dan lugar a la astronomía. En la tierra el simbolismo del año y de las estaciones (solsticios y equinoccios) expresan la invariabilidad de ciertos ritos cósmicos, considerando, sin embargo, que todo está sujeto a movimiento que, como dice René Guénon, es la impronta del tiempo en el espacio.


J. Publicio, Oratoriae artis epitome, Venecia 1482

De este tema se ocupan los calendarios que le son revelados al hombre mediante los símbolos numéricos que son capaces de "medir" los intervalos de las manifestaciones estelares y las proporciones que ellas establecen a escala humana, o sea con respecto al hombre (microcosmos) que, al ser una miniatura del cosmos, es capaz de vivir estas relaciones de los ritmos y los ciclos en sí mismo y comprender de ese modo la Armonía Universal, de la que forma parte.



Calendario de pastor
Inglaterra s. XV

La ciclología, por lo tanto, mediante los símbolos, es capaz de llevar al ser humano que se encuentre dispuesto, en su ignorancia, a comprender las leyes cósmicas; conocimiento que a medida que va avanzando en él por identificación, lo vivencia como que ha sido obra de la Gracia divina y lo reconoce como no humano y supracósmico.

Todas las civilizaciones han elaborado un calendario que regía las actividades del hombre –y comunidades humanas completas– estableciendo las pautas de su vida, tanto cotidiana (períodos de siembra y recolección, etc.), como espiritual (fechas sagradas y ritos particulares, etc.).



Calendario maya de 260 días (izquierda) engranando con el año de 365 (derecha).
La Civilización Maya, R. J. Sharer basado en S. Morley

El hombre actual ignora la ciclología, la cual puede ser el objeto de sus burlas por haber perdido la memoria de su identidad y su papel protagónico en el universo, pese a que todas las Tradiciones han profetizado, para los tiempos en que se vive, días aciagos, porque nos hallamos en un fin de ciclo que no sólo acontece en sentido microcósmico sino universal e incluye un cielo y una tierra nuevos y otra humanidad.

2. Sin embargo el ser humano puede ser visto como una función, parte del destino de un ciclo que tiene lugar entre las letras Alfa y Omega de cualquier abecedario, de modo indefinido.

3. No es sino secundaria la exactitud en una clasificación estricta, por ejemplo si eran cuatro o cinco las eras, nueve o trece los cielos, o si un mismo dios tomaba tal o cual atributo o función de modo variable, o no se supiera con claridad si es hijo o nieto, esposo o padre, hombre o mujer, de tal o cual otra forma o nombre de la deidad, pues está claro que de alguna manera se identifica con ella, o al menos se la asocia con intención. Por otra parte el investigador sólo ordena las fuentes de información y les da un sentido, pero podría ser que tanto algunos cronistas como informantes no fueran totalmente fidedignos, o sea que no fuesen químicamente puros, lo cual, desde luego, es una vana pretensión, que se debe señalar puesto que constituye parte de nuestro equivocado bagaje cientificista, tan pesado cuando se trata de comprender la mentalidad primitiva y su sistema de pensamiento analógico-mágico sin prejuicios.

4. Los sabios de todas las culturas siempre han tenido una concepción cíclica y circular del tiempo, que extraen de la observación de los días, las fases de la luna, las estaciones del año, las etapas de la vida de los diversos seres de la naturaleza y de la historia de los pueblos. Todo ser tiene un nacimiento y un crecimiento que llegará hasta su límite, el cual es seguido por una segunda etapa de contracción, decrecimiento y ocaso que lo conduce indefectiblemente a la muerte.

Dentro de una concepción circular, la muerte habrá de significar siempre un nuevo nacimiento y el fin de un ciclo que anunciará el comienzo de otro. Por otra parte, los pequeños ciclos temporales se incluyen dentro de otros mayores, y éstos se inscribirán siempre dentro de otros aún mayores, etc., de acuerdo a leyes, ritmos y proporciones signados por las estrellas, que los astrólogos de la antigüedad lograron calcular. Así concibieron ciclos cósmicos enormes, dentro de los que se encuentran las grandes eras que determinan las fases de la tierra y de la humanidad. Estas grandes eras o "edades", de que nos hablan tan claramente hindúes y griegos, fueron perfectamente conocidas –aunque expresadas en formas diferentes– por los sabios indígenas de América, los que nos dejaron claros testimonios de esos conocimientos. Nos dice Alexander de Humboldt en Vues des Cordillères…:

Entre todos los rasgos de analogía, observados en los monumentos, en las costumbres y en las tradiciones de los pueblos de Asia y de América, el más palpable es el presentado por la mitología mexicana, en la ficción cosmogónica de las destrucciones y de las regeneraciones periódicas del universo. Se remonta hasta la más alta antigüedad esa ficción, que suponiendo la materia indestructible y atribuyendo al espacio lo que parece pertenecer sólo al tiempo, liga la sucesión de ciertos grandes ciclos a la idea de la renovación del mundo. Los libros sagrados de los hindúes, principalmente los Bhagavata Purana, hablan ya de las cuatro edades y de los pralayas o cataclismos que en diversas épocas hicieron perecer la especie humana.

Estas Tradiciones suponen la existencia de múltiples creaciones que se han desarrollado para luego decaer y morir, renaciendo luego en otro estado. Entre una y otra creación es necesario un tiempo de total oscuridad, lo que los hindúes denominan pralaya o disolución, dentro de la cual surge un mundo nuevo.

La Tradición Hindú llama Kalpa al ciclo de vida de un universo, al que divide en catorce manvántaras, o ciclos humanos completos de la existencia. El manvántara, está subdividido a su vez en cuatro yugas, o subciclos, que corresponden exactamente a las cuatro edades de los griegos: el Satya Yuga, corresponde a la Edad de Oro; el Trêtâ Yuga a la de Plata; la de Bronce equivale al Dvâpara Yuga; y la de Hierro al Kali Yuga. A pesar de que los griegos y los hindúes dividen sus ciclos en cuatro edades mientras los americanos lo hacen generalmente en cinco (pues toman en cuenta el punto central de la cruz en que los inscriben), en términos numéricos los cálculos resultan casi idénticos en uno y otro caso: mientras hindúes y griegos calculan ciclos de 64.800 años, los americanos "redondean" ese número en 65.000; cuando los primeros nos hablan de "edades" de 25.920 años, que corresponden al ciclo de la precesión de los equinoccios, los segundos nos describen eras de 26.000 (los caldeos "redondearon" con menos exactitud este número, pues describieron ciclos de 24.000 años). Es interesante hacer notar que en 26.000 años han transcurrido 500 ciclos de 52 años llamados por los mexicanos xiuhmolpilli, que es un período del Sol en correspondencia con el de Venus y las Pléyades. A su vez, los precolombinos dividieron ese ciclo de 26.000 años en dos mitades de 13.000 años cada una, y a este último ciclo se lo puede dividir en cinco partes de 2.600 años (nótese que también el ciclo de 65.000 años es dividido en cinco subciclos de 13.000 cada uno). Todos estos números, relacionados con datos astrológicos, están descritos en sus calendarios, los cuales sirven para calcular tanto pequeños ciclos como grandes eras. Calendario.

Los mesoamericanos llaman "soles" a cada una de las grandes eras en que se divide el ciclo completo. Existen varias versiones, en las distintas tribus, de cómo fueron los soles anteriores, y cómo terminaron cada uno de ellos. Según una versión muy conocida de los aztecas, todos los soles, ciclos, o eras terminan siempre en grandes cataclismos, originados por Quetzalcóatl o Tezcatlipoca dioses enemigos cuyos combates determinan la historia del universo. El primer sol, regido por Tezcatlipoca, el tigre, es frío, nocturno y se relaciona con el norte; en ese mundo habitaron los gigantes, que fueron destruidos al ser devorados por el tigre. El segundo sol es de viento, y está bajo el patrocinio de Quetzalcóatl, corresponde al oeste y fue destruido por un gran viento que derribó los árboles haciendo perecer a casi toda la humanidad; quedaron unos cuantos hombres convertidos en monos. En el tercero los dioses pusieron a Tláloc, dios de la lluvia, como el sol; acabó cuando Quetzalcóatl hizo que lloviera fuego, quedando unos pocos hombres convertidos en pájaros; este sol corresponde al sur. El cuarto sol es acuático, situado bajo el signo de Chalchiuhtlicue, diosa del agua, hermana de Tláloc; este sol corresponde al este y terminó por inundación cuando Tezcatlipoca hizo que lloviera, pereciendo los hombres o siendo transformados en peces. Actualmente vivimos en el quinto sol, el cual correspondería al centro, ya que los anteriores cuatro se colocan en cada uno de los puntos cardinales; es un sol regido por Xiuhtecuhtli, uno de los dioses del fuego, y acaba por terremoto o temblor de tierra. La Teogonía e Historia de los Mexicanos dice:

El quinto sol, signo del cuarto ollín (movimiento), se dice Olintonatiuh (sol del movimiento), en éste habrá terremotos y hambre general, con que hemos de perecer.

5. Ciclos solares:

Se refería, se decía / que así hubo ya antes cuatro vidas, / y que ésta era la quinta edad.

Como lo sabían los viejos, / en el año 1-Conejo / se cimentó la tierra y el cielo. / Y así lo sabían, / que cuando se cimentó la tierra y el cielo, / habían existido ya cuatro clases de hombres, / cuatro clases de vidas. / Sabían igualmente que cada una de ellas / había existido en un Sol (una edad).

Y decían que a los primeros hombres / su dios los hizo, los forjó de ceniza. / Esto lo atribuían a Quetzalcóatl, / cuyo signo es 7-Viento, / él los hizo, él los inventó. / El primer Sol (edad) que fue cimentado, / su signo fue 4-Agua, / se llamó Sol de Agua. / En él sucedió / que todo se lo llevó el agua. / Las gentes se convirtieron en peces.

Se cimentó luego el segundo Sol (edad). / Su signo era 4-Tigre. / Se llamaba Sol de Tigre. / En él sucedió / que se oprimió el cielo, / el Sol no seguía su camino. / Al llegar el Sol al mediodía, / luego se hacía de noche / y cuando ya se oscurecía, /los tigres se comían a las gentes. / Y en este Sol vivían los gigantes. /Decían los viejos / que los gigantes así se saludaban: / "no se caiga usted", / porque quien se caía, / se caía para siempre.

Se cimentó luego el tercer Sol. / Su signo era 4-Lluvia. / Se decía Sol de Lluvia (de fuego). / Sucedió que durante él llovió fuego, los que en él vivían se quemaron. / Y durante él llovió también arena. / Y decían que en él / llovieron las piedrezuelas que vemos, / que hirvió la piedra tezontle / y que entonces se enrojecieron los peñascos.

Su signo era 4-Viento, / Se cimentó luego el cuarto Sol. / Se decía Sol de Viento. / Durante él todo fue llevado por el viento. / Todos se volvieron monos. / Por los montes se esparcieron, /se fueron a vivir los hombres-monos.

El Quinto Sol: / 4-Movimiento su signo. / Se llama Sol de Movimiento, / porque se mueve, sigue su camino. / Y como andan diciendo los viejos, / en él habrá movimientos de tierra, / habrá hambre / y así pereceremos. / En el año 13-Caña, / se dice que vino a existir / nació el Sol que ahora existe.

Entonces fue cuando iluminó, / cuando amaneció, / el Sol de movimiento que ahora existe. / 4-Movimiento es su signo. / Es éste el quinto Sol que se cimentó, / en él habrá movimientos de tierra, / en él habrá hambres.

Este Sol, su nombre, 4-Movimiento, / éste es nuestro Sol, / en el que vivimos ahora, / y aquí está su señal, / cómo cayó en el fuego el Sol, / en el fogón divino, / allá en Teotihuacan. / Igualmente fue este Sol / de nuestro príncipe, en Tula, /o sea de Quetzalcóatl. (De Los Antiguos Mexicanos a través de sus Crónicas y Cantares. Poemas recogidos por Miguel León Portilla).



El nacimiento del Quinto Sol del cuerpo desgarrado de Xólotl
Códice Borgia, pág. 40

6. Según René Guénon hay una ciencia de los ciclos. Los ciclos deben ser asociados a los ritmos y hay una ciencia de los ciclos y los ritmos ya que los ciclos se encadenan conformando ritmos que análogamente a lo que sucede en el hombre, alientan la vida universal, incluso la historia de los seres humanos, repitiéndose, aunque no exactamente.

7. La sucesión de los Soles es en América la imagen de los cuatro ciclos vitales que se han sucedido en la tierra hasta el período presente. Al terminarse un ciclo vital, el sol que le brindó calor y lumbre desaparece del cielo (al igual que los demás astros) y aparece otro sol al comienzo de la edad sucesiva. El intervalo está caracterizado por un período de tiniebla cósmica, un verdadero interludio sin vida, ni calor, ni luz, en el cual los hombres sobrevivientes a la última calamidad imploran angustiosamente que amanezca. (José Imbelloni, Religiosidad Indígena Americana).

Ya Hesíodo (Los Trabajos y los Días, Edades) en perfecta coincidencia con las Tradiciones Mesoamericanas consideraba que estábamos en una quinta Edad, al igual que ellos, y que esta era la última de ese ciclo de ciclos.


Robert Fludd, Utriusque cosmi historia
T. II, Oppenheim 1619